Óscar
Reloj Casius (entenderá la broma quien lea el libro con atención) es un músico de jazz que, cuando llega a Asturias para celebrar un
concierto en la sala Barbados (sus tres compañeros vendrán un par de días
después, desde Teherán), se lleva la desagradable sorpresa de descubrir que le
han robado su saxofón en el aeropuerto. Pone la correspondiente denuncia ante
la policía y, durante un par de jornadas, se dedicará a vagabundear por Avilés
en busca de una tienda de música donde hacerse con un nuevo saxofón. Pero ese
rastreo, lejos de plegarse a parámetros canónicos, está más bien modulado por
la improvisación típica del jazz: Óscar camina por las calles, observa a la
gente y se deja llevar por una magia urbana casi cortazariana … Dejemos que sea
él mismo quien nos explique la situación: “Siento que el mapa de Avilés todavía
es un desconocido, que antes de estar seguro de que estoy perdiendo el tiempo
debo cartografiar cada centímetro cuadrado de este mundo. No estoy navegando
por un río con principio y fin. No estoy resolviendo un puzle con todas las piezas
a la vista. No estoy leyendo una novela que permita la trampa de curiosear en
la página final. Realmente estoy solo en un lugar desconocido” (p.42).
Esa
desbúsqueda le hace encontrarse consigo mismo, con aquel niño al que sus padres
encomendaron a un profesor de guitarra y que, al descubrir cierta tarde un
disco legendario de Miles Davis, se sintió ya para siempre atrapado por los
anzuelos del jazz, ese ámbito cuyos solos constituyen “instantes encadenados de
ingenio” (p.37) y cuyo hábitat natural “es la encrucijada” (p.75). Por un lado,
Óscar se sabe músico, así que su trabajo consiste en “envolver sorpresas en
papel de regalo” (p.93); pero en estas horas aciagas en que deambula de un lado
a otro sin su saxofón, el abatimiento lo erosiona: “Me abro a las confesiones:
que no me siento un músico real, que soy más bien un no-músico, un tipo con
cuatro sentidos, que soy testigo a cámara lenta de mi fracaso” (p.62).
Libro de
sonidos y silencios, de búsquedas externas e internas, de revoluciones y
resignaciones, esta Ronda de solos
constituye una interesante narración del madrileño José Luis Carrasco, que
publica el sello Boria Ediciones con una gran ilustración de cubierta de Diana
Escribano Henarejos.
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