Que un novelista sea habilidoso y muestre un gran sentido del
ritmo y de la arquitectura narrativa merece, sin duda, un aplauso. Que su
lenguaje resulte en todo momento acertado (o decoroso, para decirlo con Aristóteles), merece que ese aplauso se
tribute puesto en pie. Pero que, además, respete tanto a sus lectores que se
esfuerce para entregarles personajes vivos
y creíbles ingresa ya de modo irrefutable en el ámbito del prodigio. José
Antonio Jiménez-Barbero, sin lugar a dudas, pertenece a esa estirpe última.
Y lo digo porque, después de haberse sacado de la chistera
esas dos criaturas admirables llamadas Augusto Salas y Carmen Reverte, el
escritor no parece obstinado en la idea de convertirlos en rentables figuras de
cartón piedra, capaces de protagonizar diez, veinte, treinta libros, de manera monótona.
Consciente de que su trabajo como investigadores privados tenía que pasarles
continuas facturas, y que resultaría ingenuo omitir o disimular esas erosiones
y heridas, Jiménez-Barbero somete a sus protagonistas a una tensión altamente realista: los hace llorar, enamorarse,
sufrir desengaños, padecer muertes, asistir a atrocidades, advertir traiciones,
cometer descuidos y encajar disparos en su más delicada línea de flotación.
Son, a la postre, un policía retirado (con dolencias y achaques, que se van
incrementan conforme pasa el tiempo) y una joven madre (que necesita ayuda para
criar a su hijo). No son dos superhéroes. No están fabricados de mármol de
Carrara. No son invulnerables. Y el autor jamás se permite el grosero descuido
de idealizarlos o de mantenerlos inmunes a las asechanzas del mundo en que
viven, rodeados de policías corruptos, matones a sueldo, enemigos inesperados y
leyes que parecen en ocasiones diseñadas más para favorecer al infractor que
para evitar sus tropelías. “Horror a manos llenas”, como escribió Blas de Otero.
En La Facultad, la novela que acaba de publicar el sello Dokusou, José Antonio Jiménez-Barbero nos sitúa ante los cenagosos detalles que rodean el asesinato de un catedrático de Psicología, odiado en apariencia por todo el mundo, altanero, manipulador… y quizá malversador de fondos. En la investigación que nuestros protagonistas emprenden en torno a él se encontrarán con sucesos tan terribles y tan espeluznantes como… No, mejor no les adelanto nada. Es mejor, créanme. Imaginen asesinatos meticulosos, imaginen suicidios atroces, imaginen tumbas que esconden secretos, imaginen personajes honorables que luego resultan no serlo tanto, imaginen víctimas que no esperaban. Y les aseguro que estas páginas les van a dar mucho más de lo que son capaces de imaginarse. Elegir La Facultad como su próxima lectura sería todo un acierto. Yo no me lo pensaría.