Volver a
la prosa de Miguel Delibes es como, después de haber bebido licores de todo
tipo, dejar que un vaso de agua fresca te inunde la garganta y viaje por tu
interior: éxtasis de la belleza sencilla. Da igual que se trate de una novela,
de una colección de artículos o de cualquier otro formato. El maestro siempre
embriaga y siempre conforta.
En las
páginas de Pegar la hebra volvemos a
experimentar la misma emoción; da igual que nos cuenta que fue extra en una
película de Orson Welles (aunque las escenas donde salía, nos aclara, fuesen suprimidas
en el montaje final de la película); que nos imparta una charla sobre las
aficiones cinegéticas del pintor Francisco de Goya (que se manifiestan en sus
cuadros y en su correspondencia); que reflexione calmadamente sobre el estupor
que le produce el apoyo del progresismo al aborto libre (ellos que se han
distinguido siempre por su apoyo al débil y la no violencia: ¿no infringen
ambas normas cuando aceptan interrumpir una vida?); que nos pregone su
admiración por Cossío y Umbral (a quienes considera figuras egregias del
periodismo moderno); que nos explique que caza, pero nunca animales de mayor
envergadura que una perdiz o un conejo (hay quienes se detienen en el mosquito,
la mosca o la cucaracha: Delibes se detiene en el conejo); que nos comente las
relaciones que ha mantenido con los directores que han adaptado novelas suyas
al cine; que se horrorice ante la creciente violencia del fútbol actual; que
construya demoledores textos sobre la censura de prensa en los años cuarenta
(que él padeció durante sus años en el rotativo El Norte de Castilla) o que
diseccione con fina sabiduría la novela Nada,
de Carmen Laforet.
Miguel
Delibes, con voz tenue y prosa elegante, impregna todos estos escritos de una
magia inigualable. La magia de un clásico.