La idea
de partida es buena: redactar trescientos treinta y tres pequeños relatos de
extensión decreciente (hasta llegar al último, que se componga de una sola
palabra). El título también es bueno (puesto que se ha elegido ese número, La mitad del diablo no puede ser rótulo más
oportuno, habida cuenta de la identificación del demonio con las cifras 666).
Pero una vez establecidos esos parámetros para el tomo se trataba de conseguir
que éste fuera brillante en su formulación literaria y llamativo en sus
argumentos.
Huelga
decir que Juan Pedro Aparicio (León, 1941), maestro de narradores, lo consigue
de sobra. Moviéndose en un sugerente arco de tonalidades temáticas (la
Inquisición, la guerra, el sexo, los bomberos infieles, los escritores
insatisfechos, la reencarnación, los asesinos seniles, los gladiadores
escrupulosos, la muerte), nos va entregando pequeñas joyas llenas de
imaginación, de las que se sale con una sonrisa, con un cabeceo valorativo e
incluso, en algunas ocasiones, con cierta saliva amarga que cuesta tragar. Y la
verdad es que tiene un mérito enorme, pues construir y desplegar en un solo
tomo más de tres centenares de microhistorias y que el lector no se sienta
fatigado constituye una demostración flagrante de que nos encontramos ante un
magnífico fabulador, lleno de fantasía, experiencia y recursos.
Admirable
siempre por la calidad de su prosa, Juan Pedro Aparicio logra en este libro
(que publica el sello Páginas de Espuma) un álbum perdurable de relatos, que se
puede abrir por cualquier parte, cada cierto tiempo, para ofrecernos un grato
remanso de buena literatura.
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