José Antonio Muñoz Rojas (Antequera,
1909) es un poeta hondo, sabio, de palabras meditadísimas, que ha ido
asperjando sus versos con emoción sacra. Desde que publicara sus Versos del
retorno al cumplir los veinte años, sus poemas han ido decantándose con belleza
lenta de miel o de estalactita. Ahora, cuando esa obra parece definitivamente
cerrada, en su plenitud, la editorial Pre-Textos acaba de lanzar un volumen
donde recopila todos sus versos, en un volumen de más de cuatrocientas páginas,
manejable y hermoso.
Ahí podemos
encontrar sus homenajes iniciales a Aleixandre, García Lorca o Antonio Machado
(«Lo que importa únicamente, caminante, es caminar», p.38); aquellas otras
líneas donde el amor se nos presenta como fuerza impulsora, con visos de
asignatura doble, táctil y verbal («La geografía la estudiaremos en tu cuerpo,
y la geometría en tus palabras», p.71); esos deliciosos sonetos, tan bien
construidos y de tanta gracia flexible, como los que se cobijan bajo los
títulos de A tus manos o El cristo de Velázquez; o esa maravilla
poética que son los cantos dedicados a Rosa (que experimentaron ampliaciones y
refundiciones a lo largo del tiempo, siempre para mejorar).
Enamorado de
los ambientes rurales, José Antonio Muñoz Rojas nos habla con éxtasis de los
caseríos, de los pastores, de las flores, de los aldeanos, de las fuentes, de
los chopos, de los olivos y de los amaneceres, que se funden en una atmósfera
serena, luminosa, plácida, para que el poeta puede seguir notando en su
interior la música del alma y el aliento de Dios. De ahí que, exaltado, nos
susurre al oído: «Qué hermoso nacer para esto que nacemos» (p.103). En ese
punto podemos advertir la condición del poeta, que se aleja de todo tipo de
barroquismos y de infatuaciones para refugiarse en la sencillez de la
contemplación pura: la del paisaje que lo rodea, estímulo suficiente para que
se inflame su vena poética. Eso no le impide, como es lógico, seguir cantando a
sus autores predilectos (ahí están para demostrarlo sus retratos de Miguel
Hernández, Leopoldo Panero o Dámaso Alonso). Y tampoco le impide mostrarse
arriesgado desde el punto de vista formal, en poemas tan valerosos como ese Homenaje que figura en la página 362,
donde los encabalgamientos tienen un brío desacostumbrado.
Un volumen, por
tanto, donde se nos muestra una trayectoria poética de gran magnitud, tan
enérgica como valiosa, que se completa con un ameno Glosario del mundo del campo y unas Notas, que ayudan a situar al poeta en su espacio y en su tiempo.
La editorial Pre-Textos, nuevamente, ha hecho un trabajo primoroso, y los
aficionados a la buena poesía nos sentimos felices de aplaudirlo.