Cuando un volumen lleva un título de
este calibre ya sabemos que ha de ser necesariamente un libro ambicioso. Éste,
desde luego, lo es. Pero lo importante es que además cumple a rajatabla las
expectativas que su marbete genera en los lectores. Coordinado por Jordi
Llovet, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la
Universidad de Barcelona, prologado por el insigne Martín de Riquer y epilogado
por el no menos ilustre José María Valverde, se alinean en esta obra ciento
siete trabajos dedicados al análisis de autores señeros de la historia de la
literatura o de obras capitales, desde el siglo XII al XX.
Al final del recorrido, los lectores
salen con tal bagaje de conocimientos y con tal acumulación de anécdotas
importantes o curiosas que sienten que han sido testigos de un viaje
maravilloso, que los ha transportado desde la épica medieval hasta García
Márquez o Vargas Llosa, desde Góngora
hasta William Blake, desde Virginia Woolf hasta Ausiàs March. El hecho interesantísimo
de que sean tantas y tan diferentes las personas que abordan los análisis
(filósofos, escritores, poetas, catedráticos, traductores, novelistas) permite
que el vademécum sea proteico, más valioso y más enriquecedor para quienes lo
consulten. Y los juicios y anécdotas que sobre los grandes de la historia de la
literatura se vierten en sus páginas resultan impresionantes. De Dante, por
ejemplo, nos dice Raffaele Pinto (Universidad de Barcelona) que «su discurso
parece brotar inmediatamente de su individualísima experiencia, como si el
lenguaje de la literatura le perteneciera de forma natural» (p.90); de
Desiderio Erasmo (Erasmo de Rotterdam) nos explica el profesor Jaume Medina
(Universidad Autónoma de Barcelona) cómo, además de ser personalidad cultural
de primera magnitud, fue también hombre de carácter: rechazó el nombramiento de
cardenal que le proponía el papa Pablo III (p.173); del cáustico, hipercrítico
y genial Voltaire explica Josep Ramoneda que sus ojos «no juzgaban todo de la
misma manera: era menos complaciente con el cristianismo que con ciertos
déspotas, a los que exaltaba sin reparar en sus desmanes, como Luis XIV, Pedro
el Grande de Rusia o el propio Federico II» (p.376); de la inglesa Jane Austen
asevera la profesora Pilar Hidalgo (Universidad de Málaga) que fue «un caso
anómalo dentro de la novela universal. Puede que ningún otro gran novelista
haya utilizado materiales tan limitados ni escenarios tan circunscritos»
(p.516); el maravilloso Fernando Savater se extasía comentándonos que «abrir un
libro de Stevenson es como recuperar los sábados por la tarde de nuestros años
colegiales: algo prometedor, incitante, nostálgico, misterioso, nieve nunca
pisada y, sin embargo, algo familiar, recurrente, confirmador, íntimamente exaltante
de lo que en nuestros mejores momentos creemos que somos» (p.728); Basilio
Losada define al ciclópeo Fernando Pessoa diciendo que representa «la figura de
uno de los grandes creadores de nuestro tiempo, y quizá también de uno de los
profetas del porvenir» (p.987); y Enrique Murillo (me estoy limitando a anotar
algunas leves pinceladas de un tomo que se acerca a las 1200 páginas) explica
que «el océano Faulkner está, así pues, rodeado de costas escarpadas,
farallones amenazadores, oscuridades compactas. Sólo el lector paciente, por lo
tanto, logrará penetrar en esa inmensidad» (p.1024).
Ningún lector, por especializada que
sea su curiosidad literaria o por raro o lejano que sean el estilo o el país
que disfrute de sus preferencias culturales, se encontrará con laguna digna de
mención en este prodigioso compendio, cuyos capítulos (y cedo la palabra al
editor de la obra) «significan por ellos mismos una selección que nada tiene de
arbitraria: corresponden, por así decirlo, a un determinado canon que no dudaré en calificar de
sensato, conservador en cierto modo, y hasta tópico» (p.15). En efecto, es así.
La editorial Cátedra ha tenido el notable buen gusto de poner esta obra
monumental al servicio de los lectores de habla hispana para que seamos capaces
de regodearnos con los poemas que se van intercalando en el texto, aprender
anécdotas sobre Balzac, Dickens o Montaigne, perfeccionar nuestras sabidurías
sobre Elias Canetti o Ezra Pound y, en fin, degustar lo mejor de los mejores,
de la mano de los especialistas más avezados en su obra y en sus vidas. ¿Se le
puede pedir mucho más, realmente, a un libro?