La inmensa mayoría de las personas que conocen el
apellido Wittgenstein lo asocian de forma unívoca con el famoso filófoso que
escribió el Tractatus, pero ignoran
que los demás miembros de su familia eran tan peculiares (y en algún sentido
tan brillantes) como él. Es lo que pone de manifiesto este apabullante y
documentadísimo volumen de Alexander Waugh, que traduce Gerardo Páez para el
sello Lumen.
Nos enteramos en estas páginas de hermanos que se
suicidan con cianuro por no poder afrontar su homosexualidad; de hermanas con
terror al sexo; de una devoción absoluta por músicos como Franz Schubert o
Felix Mendelssohn; de pactos con los nazis (que incluían aportaciones
económicas muy notables) para que la familia no fuera molestada en exceso; de
Paul Wittgenstein, que pese a haber perdido la mano derecha durante la Primera Guerra Mundial, siguió
tocando el piano con la izquierda y dando conciertos; de Josef Labor, un
compositor casi enano que perdió la vista a los 3 años por culpa de la viruela
y que era adorado por toda la familia; etc.
Pero a mí la parte que más me ha interesado del
tomo, singular y brillante de principio a fin, es la que se ocupa de Ludwig
Wittgenstein (al que llamaban de modo cariñoso Lucki): sus complicadas
relaciones con Bertrand Russell (al que sigue y con el que charla durante
horas; del que después se distancia por culpa del Tractatus); el dinero que recibió como herencia a la muerte de su
padre y que donó en buena medida a artistas como Rainer Maria Rilke; la
propuesta de matrimonio que le deslizó a la suiza Marguerite Respinger, y que
ésta rechazó por no estar de acuerdo con la condición de que nunca mantendrían
relaciones sexuales; de su amor por David Pinsent (un estudiante de matemáticas
en el Trinity College que murió en un accidente aéreo en Francia en 1918) o por
Francis Skinner; de su trabajo como ayudante de jardinería en un monasterio de
Klosterneuberg (donde intentó que nadie descubriera que era un filósofo de fama
continental); de la cabaña donde se instaló en 1913, situado en un fiordo
noruego enclavado al norte de Bergen, donde podía pensar en soledad; etc.
Un libro enriquecedor y fascinante que se lee, en
muchos tramos, como una auténtica novela, pero que jamás pierde el rigor de una
biografía sublime.