Lo
dice Gottfried, casi al terminar la pieza, mientras se dirige a sus compañeros
de infortunio: “Sé que podéis hacerlo. Tampoco será la primera vez. En el
trabajo, en la familia, ¿quién no ha tenido que fingir alguna vez?”. El
problema es que el fingimiento que se les pide es tan singular como
inexplicable: deben actuar como si estuvieran en un lugar idílico, con un
vendedor de globos, una niña que juega con su muñequito, una pareja de novios
que planifica el futuro… pero lo inquietante es que se encuentran dentro de un
campo de concentración nazi, y que toda esta parafernalia ha sido planificada
desde Berlín (y coordinada por el comandante del lugar). El objetivo es admitir
visitas de instituciones que donan ropa o medicamentos, pero que desean
comprobar si las atrocidades que circulan como rumor sobre los campos son
ciertas. Los “actores” están asustados, porque de madrugada escuchan trenes,
pero las indicaciones que se les facilitan por parte del comandante son
inflexibles: “Concentraos en las palabras y en los gestos y no oiréis los
trenes”. Mientras actúen, todos estarán a salvo. Quienes se nieguen o se salgan
del papel resultarán “prescindibles”. Y los trenes dejarán de ser un simple
sonido de pesadilla para convertirse en preámbulo de muerte.
Ese
entramado de emociones sofocantes y de órdenes crudas es el que sirve como
soporte para que Juan Mayorga elabore su pieza teatral Himmelweg, que
ahora publica el sello Cátedra en edición de Emilio Peral Vega. Y el resultado
no puede ser más perturbador. Los prisioneros, teniendo que llevar una máscara
de dicha y de normalidad sobre sus rostros devastados por el pánico, se
convierten en una atroz metáfora del mundo incivil del nazismo y, por
extensión, de nuestro propio mundo. Porque el cuadro que nos dibuja Mayorga
admite múltiples lecturas, y una de las más inquietantes es el modo en que nos
implica a todos: ¿somos algo más que actores que, desde el nacimiento, nos
colocamos sucesivas máscaras para transitar por las veredas del mundo y ofrecer
una imagen determinada a los demás? ¿Qué miedos, qué tristezas, qué verdades se
esconden detrás de esas máscaras y (quizá) nunca son revelados?
Una nueva muestra del talento dramático del madrileño, a quien se define en el prólogo de la obra como “el dramaturgo español más relevante de los últimos veinte años”.