lunes, 31 de mayo de 2021

A través de la luz

 


Me releo un interesante libro poético de Juana J. Marín Saura, que leí en 2005 y que he recuperado de la estantería para llenar de versos la tarde: A través de la luz. Me pareció en su momento (y me lo sigue pareciendo en la actualidad) un buen poemario de amor y de espera, en el que he disfrutado mucho en aquellos instantes en los que le dice al amado que quiere volverse “anacoreta de su respiración” (p.42) o cuando nos habla de “el adiós cuadrado de un pañuelo” (p.90).

Firme y poderosa en el manejo de las emociones y de las palabras, no son pocas las veces que en este poemario se descubre a una poeta capaz, dotada y enérgica, de la que subrayaría enteras las páginas 70 y 71.

Un libro hermoso al que le vendría bien una reedición.

domingo, 30 de mayo de 2021

Las preguntas que movieron el mundo


Termino un volumen que prometía ser interesante y que luego, por desgracia, ha resultado no serlo tanto: Las preguntas que movieron el mundo, del periodista Jesús Pardo (Temas de Hoy). Me ha parecido, al cerrar sus páginas un libro forzado, con preguntas trascendentes y también con preguntas idiotas, que se mezclan sin discriminación para rellenar un espacio editorial razonable (ciento cincuenta paginitas, con letra generosa). Al final, y salvando algunos pequeños momentos donde el autor se muestra agudo, casi todo es mediocre. Lo olvidaré.

[Apunto tres frases que me han gustado: “Milenio llegará en el que se concluya que dos y dos nunca fueron cuatro”. “La libertad está en la mente y no requiere permiso”. “El que ninguna democracia lo sea enteramente no debiera extrañar a nadie: en el universo nada es ciento por ciento nada”]

sábado, 29 de mayo de 2021

12 meses

 


No sé si la autora se mostrará conforme con mi impresión. No sé tampoco si lo harán los posibles especialistas en poesía que tengan la curiosidad amable de leer estas líneas. Pero yo creo que un libro de haikus es lo más parecido a un Louvre del corazón. Y no lo digo como punto de partida para construir frases aparatosas o bonitas a partir de esa idea, sino como la conclusión a la que he llegado después de leer un buen número de ellos. En cada haiku, si su espíritu es honesto y renuncia a las meras trampas de la eufonía, reside un espacio diminuto de belleza, una condensación de silencio, un cosmos de sabiduría humilde. Y lo más inteligente que se puede hacer cuando se lee cualquiera de esos diamantes líricos es concentrarse en su aleph de hermosura, dejarlo que nos recorra por dentro, permitirle que nos empape y que nos transmita su honda música callada. Por eso comparo todo gran volumen de haikus con las pinacotecas: porque no resulta inteligente avanzar pos sus salas con rapidez, desplazando los ojos de cuadro en cuadro, saltando de Monet a Rembrandt, de Da Vinci a Delacroix, de Caravaggio a Vermeer, como si quisiéramos llegar pronto a la puerta de salida. Cada lienzo (cada haiku) nos pide atención y pausa; y si somos capaces de concedérselas, nos dejará su impronta para siempre.

En el libro 12 meses, que el sello La Fea Burguesía le publicó a Carmen Martínez Marín en 2020, todo lo anteriormente anotado adquiere unas dimensiones de prodigio. Con delicada ceremonia, la escritora va miniando cada verso, cada arista de sonido, cada tono cromático; y el resultado es embriagador. Hasta el punto de que, cerrado el tomo, no se sabe muy bien si está compuesto por hojas (como el resto de libros) o por pétalos. Como “el mundo está lleno de intemperie” (p.73), merece la pena que entren y hagan la prueba.

miércoles, 26 de mayo de 2021

La caja de plata

 


Qué sosegada y bellísima franja de lectura me acaba de regalar Luis Alberto de Cuenca con su libro La caja de plata. Todos los efluvios de su música suave (pero evidente), el ritmo perfecto de su sintaxis, la cuidada selección de sus temas y de su vocabulario, y también su aura de serenidad expresiva, han conseguido que pase un par de horas inigualables frente a sus páginas. Muy hermoso, sin duda. Ha producido en mi interior unas sensaciones de sosiego que no recuerdo haber experimentado con demasiadas obras en los últimos tiempos.

“Si no te gusto, dímelo. Pensaré en un buen suicidio”, dice el poeta.

“El premio del engaño es el olvido”, dice el poeta.

“Llueve como si fuera a morir alguien”, dice el poeta.

“No hay signos que anuncien el final de la derrota”, dice el poeta.

Otro de los autores a los que tengo que incorporar de principio a fin a mi blog.

martes, 25 de mayo de 2021

Cuentos de los días raros

 


El gallego José María Merino nunca me ha defraudado cuando he tenido la idea de acudir a sus libros. Es así de fácil y de hermoso. Nunca. Con el pulso firme que imprime a sus historias consigue en todo momento (desde que comencé a leer sus libros, allá por 1993) capturar mi atención y convencerme. Lo ha hecho también con estos Cuentos de los días raros, que le publicó el sello Alfaguara en 2004 y que constituye todo un festival de la imaginación.

El interés casi erótico que comienza a sentir el profesor Souto por el artilugio informático con el que está trabajando; la capacidad mágica que tiene un hombre para, concentrándose, ingresar en el mundo paralelo de Baldería; el hermano que retorna de Australia quince años después de irse y que se comporta de un modo extrañísimo en el ámbito de la familia; la melancolía de Víctor, que comprende que cuando dejó marchar a Albina malbarató todas las posibilidades de ser feliz en el futuro; los tres músicos de Metro que, cuando tocan cierta melodía, logran abrir un portal hacia otro universo bellísimo, en el que no pueden entrar pero cuya contemplación los conforta y embriaga; el niño inocente que, durante una excursión, experimenta visiones sobre los antiguos pobladores romanos de la zona; o la casa que cambia mágicamente de lugar en virtud de las emociones que la impregnan son solamente algunos de los ingredientes maravillosos que Merino nos regala en estas páginas magistrales, que dejan huella indeleble en la memoria de quienes se pasean por ellas.

Es un maestro.

lunes, 24 de mayo de 2021

La noche

 


Me termino una espléndida novela corta de Antonio Soler, que se titula La noche (Destino, 2005) y que está ambientada en el mundo del circo, con unos personajes maravillosamente trazados (el enano Fajardo, el Bala, la equilibrista Analía, el director don Pololo), una trama que no tiene la menor importancia si la comparamos con el exquisito formato lírico que el autor le da, y un espléndido montaje de planos temporales y narrativos, donde resultaría difícil encontrar algún fallo o alguna fisura. Ha habido una escena que ha conseguido seducirme de forma especial: aquella en la que el narrador (el hombre-bala) nos traslada la visión de su padre muerto.

Si la pregunta que se me formulara ahora sería por qué no frecuento más las obras del malagueño Antonio Soler, no sabría qué responder. El azar, simplemente. Me gusta mucho la forma en que escribe, así que no me sorprendería mucho que sus libros comenzaran a aparecer en este Librario.

Subrayo en el tomo (y reproduzco aquí) esta frase: “El río del Tiempo sólo tiene fijación en la memoria, que es una presa que retiene su caudal”.

sábado, 22 de mayo de 2021

Con distinta piel

 


Intento adentrarme en una novela de Dylan Thomas que se titula Con distinta piel; y reconozco que la experiencia me resulta empinada y ardua. El escritor nos pone aquí ante los ojos la delirante aventura londinense de Samuel Bennett, un chico de unos veinte años que se va de su casa y comienza a vivir un conjunto de experiencias anonadantes: conversaciones anómalas con gentes desconocidas, un dedo que se le queda incrustado en el cuello de una botella, una borrachera con agua de colonia, un paseo enloquecido bajo la lluvia, la expulsión ignominiosa de un antro en el que todos beben y bailan como si hubieran perdido la cabeza, etc.

Y al final, cuando he cerrado el volumen, me he encogido de hombros y no he sabido exactamente qué decir de la obra. Puede ser que el defecto sea mío: no me atrevería a descartarlo como posibilidad. Pero lo cierto es que no he conseguido hacerme con los “resortes psicológicos” del narrador ni de sus personajes; y eso me ha llevado a no encontrar demasiadas felicidades en la experiencia lectora. El ambiente de alucinación en el que todos parecen chapotear se me ha figurado del todo punto impenetrable. Hay un instante en que se lee esta frase en el libro: “Deben de estar pasando cosas en todas partes, excepto donde uno está”. Así me he sentido yo en la novela.

No sé si probaré con otra obra de este autor.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Poemas amorosos

 


Leo una antología de John Donne, preparada y traducida por José María Martín para el sello Visor, y me encuentro en sus páginas una voz deliciosa y que se me antoja finamente dulce, enérgica y vitalista. Es la voz de un ser que ama con el corazón, pero también con el cerebro. Muchas de las composiciones apetece leerlas (lo he hecho) en voz alta. “El aniversario” es idóneo para escribirlo en un buen pergamino y colgarlo en la pared del despacho; “A su querida al irse al lecho” es tremendamente hermoso; “Epístola noble de Safo a Eilena” es uno de los poemas lésbicos más impresionantes y bellos que recuerdo haber leído…

La única pega que le podría poner a este volumen sería la irritación que me ha producido en algunos momentos la enervante sintaxis, que no sé si debo atribuir al autor o al traductor: frases que se enredan y se dan la vuelta y se retuercen, no dejando que la belleza fluya con naturalidad. Por lo demás, todo delicioso.

Apunto aquí algunos de los versos que he subrayado con auténtica glotonería en el tomo: “Amor admite al pobre, al tonto, al falso, pero no al atareado, enfermedad peor del querer”. “El amor entre fiebres pide epidemias”. “Profanación de nuestros gozos sería el contar nuestro amor a los que no están iniciados”. “La ancianidad, que tardamos cincuenta años en conseguir”. “Te tengo, si sueño que te tengo”. “Siervos somos de la opinión”. “Cuán bendito soy en este descubrirte”.

martes, 18 de mayo de 2021

El príncipe rojo

 


Termino en una hora el libro ganador del V Premio de poesía Claudio Rodríguez, que fue El príncipe rojo, de Almudena Guzmán (Hiperión, 2005), que me ha parecido un poemario limpio, nítido, casi transparente, donde el lenguaje está usado con una pasmosa sencillez. Mientras avanzaba por sus páginas tenía la sensación de estar bebiendo un vaso de agua fresca en pleno verano. No lo sé decir con mejores palabras. Es eso. Esa sensación casi física de plenitud llana. Algo elemental, inexplicable, sin recovecos. Y lo curioso es que mirándolo desde el punto de vista “técnico” (horrible adjetivo: os pido perdón), estos versos parecen contener tan pocos elementos literarios que se me antoja complicado explicar por qué me han llamado tanto la atención. Será la magia de la literatura. Y ya está.

“La vida bien vale una muerte”, escribe la poeta. También podría decirse que la vida bien vale un buen libro.

sábado, 15 de mayo de 2021

Cuando vengan a por ti

 


Podrían invocarse con toda justicia las conexiones de Cuando vengan a por ti con el realismo mágico hispanoamericano (o con lo “real maravilloso”, para decirlo al modo que le gustaba al cubano Alejo Carpentier); podrían también invocarse las conexiones de esta obra con la narrativa gallega de un Álvaro Cunqueiro o incluso un Camilo José Cela. Pero al establecer ese tipo de vínculos estaríamos quizá difuminando lo que de autóctona, original y poderosa tiene la imaginación murciana de Antonio Botías Saus, que es tan notable como sorprendente. Entre lo onírico y lo costumbrista, el narrador va dibujándonos con alto vuelo poético la realidad de una Sangonera donde los mochuelos anuncian muertes, donde las vecinas comadrean como sibilas, donde un autobús invisible se va llenando de cadáveres ante los ojos de Doloricas, donde el cajero Adolfito se afana en la triste confección de un ataúd y donde un alcalde rijoso (al que su madre no consiguió matar con perejil cuando aún lo estaba gestando) incurre en la corrupción más nauseabunda.

En ese territorio tendremos acceso a pinceladas humorístico-religiosas (“Antes de dormir, Encarnación rezaba siete padrenuestros, siete avemarías y un gloria. Cada oración la encomendaba a un santo distinto. Encarnación rezaba como quien juega varios números de un sorteo, a ver si alguno le toca”), a hermosas y exactas descripciones (“La muerte de los viejos huele a ropa guardada en el arca. Es un olor a nostalgia, a historia condensada en dobleces inmemoriales, en prendas de color azabache y botones antiguos”), a detalles antropológicos de gran interés (“Las ánimas regresan a los que fueron sus hogares el día de los difuntos. A las ánimas les encanta echarse una siesta en sus camas. Por eso antes hay que deshollinar a fondo un cuarto, colocar las mejores sábanas en la cama y encender mariposas de luz para que no pierdan el camino de vuelta al Purgatorio”), a unas reflexiones de honda sabiduría (“Las personas suelen mirar mucho sin ver nada, oír demasiado sin escuchar nada, desear tanto para amar tan poco”) e incluso a acertadas greguerías, casi ramonianas (“En Sangonera se abrían las ventanas antes de discutir con los vecinos, para que el viento esparciera los insultos. Algunos días no era necesario encender el televisor para entretenerse. La atmósfera del pueblo parecía una sopa de letras”).

En suma, un libro lleno de sorpresas formales, espléndidos retratos psicológicos y asombro narrativo, que cautivará a muchos lectores.

jueves, 13 de mayo de 2021

Última Navidad de guerra

 


Fascinado por la figura humana y literaria de Primo Levi, me acerco hasta el libro de relatos y memorias que, traducido por Miquel Izquierdo y editado por el sello Muchnik, lleva por título Última navidad de guerra. Me he encontrado aquí con “Cena de pie”, un simpático texto en el que un canguro asiste a una fiesta humana; “En una noche”, un relato desasosegante en el que unos hombres silenciosos que salen de un bosque desmontan un tren, que ha quedado detenido por un aluvión de hojas secas; “Registro”, que nos presenta al empleado de una extraña oficina, que tiene que decidir y apuntar en una ficha la causa de la muerte de las personas; “La gran mutación”, donde todos los habitantes de un pequeño pueblecito italiano observan con estupor cómo les crecen alas; o el amargo “Fuerza mayor”, lleno de un crudo simbolismo (un hombre fuerte obliga a otro débil, en un callejón, a tumbarse en el suelo y pasa caminando por encima de él).

No será necesario aclarar que casi todos los relatos pueden ser leídos en clave autobiográfica: las experiencias de Primo Levi dentro del atroz mundo nazi son lo bastante conocidas como para entristecerme dando detalles.

La parte del tomo donde se recogen las “entrevistas absurdas” (a un topo, a una jirafa, a una gaviota) es quizá lo menos interesante del volumen. Pero el balance general es bueno.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Sonata a Kreutzer

 


Me ocurre con Tolstoi lo mismo (milímetro arriba, milímetro abajo) que me sucede con Dostoievski, Mishima o Kundera: que me cuesta un mundo disfrutar literariamente con sus obras. Lo intento, con mi mejor voluntad. Pero termino siempre por descubrir que no forman parte de mis autores favoritos. En el caso concreto de esta Sonata a Kreutzer, que leo en la traducción de Ricardo San Vicente (Acantilado, 2003), me encocora el temperamento de Pózdnyshev, su protagonista, a quien le veo mucha farfolla de psicología más bien trasnochada, mucha exasperación sexual (“El ideal del bien, que se alcanza mediante la abstinencia y la pureza”, p.61), mucha misoginia (“¿Qué es lo que frena por doquier el avance de la humanidad? Las mujeres”, p.74), mucho odio irracional hacia los médicos (“Destruyen a miles, a centenares de miles de personas”, p.81) o hacia la descendencia matrimonial (“No es deseable tener hijos”, p.84)... Además, y por si todo lo anterior no fuera suficiente, incurre en estadísticas más bien aleatorias y estúpidas (“El noventa y nueve por ciento de los matrimonios vivían en el mismo infierno en el que yo me hallaba y que además no podía ser de otro modo”, p.94).

¿Algo bueno del volumen? Pues que cuando comienza la parte “narrativa” (es decir, cuando el protagonista de la obra comienza a relatar su infamia y se deja de consideraciones filosóficas estomagantes) el libro mejora de forma ostensible; y fluye de una manera sutil y eficaz. Quizá esto mejore el tono general del tomo, pero desde luego lo aleja (en mi opinión) de cualquier etiqueta de excelencia.

martes, 11 de mayo de 2021

Geometría del azar

 


Todos nos hemos interrogado alguna vez sobre las peculiaridades del azar y sobre su actuación y presencia en nuestra vida. ¿Qué porcentaje de cuanto somos está ocasionado por lo arbitrario? Basta que detengamos el pensamiento durante unos minutos en esa pregunta para que comencemos a detectar los hilos (que pronto se abrazan formando cuerdas, y finalmente devienen maromas) del azar, fabricando nuestro origen, nuestro sendero y acaso nuestro futuro. Aquel día en que nuestra abuela decidió entrar en la tienda donde conoció a su futuro marido fue determinante para que nosotros estemos ahora leyendo estas palabras. La casualidad hizo que nuestro padre fuera destinado a hacer el servicio militar en el pueblo donde terminaría encontrando a nuestra madre. La extracción de aquella bolita en las oposiciones hizo que aprobásemos y pudiéramos casarnos por fin. Seguro que todos disponemos de infinidad de ejemplos similares, ante los que no sabemos si sonreír, pensar en Dios, inquietarnos o, simplemente, quedar en silencio.

El escritor Fernando Palazuelos recopila en su volumen Geometría del azar (que publica hermosamente Baile del Sol) un ramillete de historias familiares que, unidas a un glorioso conjunto de citas extraídas de libros (poéticos y filosóficos), nos permiten pasear por terrenos llenos de asombro y sentido del humor: un imposible pero certero lanzamiento de tomate ocurrido en su infancia; un lapsus telefónico que adquiere dimensiones sorprendentes años más tarde; la casualidad de conocer a Fernando Iwasaki y descubrir que su prima y él fueron novios, mil años antes; el amigo que nació en un barco llamado Marchamalo y terminó casándose y viviendo en un pueblo del mismo nombre; viejas fotografías que, de modo casi fantástico, terminan mostrando a personas claves de su ayer… Y todo ello servido con una prosa elegante, convincente y bella, que convierte la aventura de leer este libro en un auténtico placer.

domingo, 9 de mayo de 2021

El arte de mantenerse a flote

 


Si pretendiésemos conocer dónde se encuentra el motor central de este libro de Eric Luna (que acaba de publicar el sello Boria), tal vez sería suficiente con acudir a la página 115 y copiar las palabras que César deposita en los oídos de Isaac (“La mejor manera de no hundirte es no andar pensando, todo el rato, que estás nadando por tu vida. Es más fácil decirlo que hacerlo, lo sé, pero hay que disfrutar cada brazada. Cada metro recorrido. Es lo que yo llamo el arte de mantenerse a flote”). Y digo que sería “suficiente” porque la mayoría de los personajes que nos son presentados en estas magníficas páginas convierten la vida en una aventura, en una gozosa y perenne pirueta, en un presente ecuménico que se saborea con placer. A ratos, como es natural, brota el desánimo, florecen las dudas y palpita el desierto de la incertidumbre; pero el jazz, el alcohol o el sexo contribuyen a que de inmediato se restablezca el orden. O el desorden. O el orden paralelo, personal, subjetivo, que a la postre es el único que nos consigue hacer felices.

En este cosmos narrativo nos encontramos con camareros que no reprimen las ganas de contestar de forma cáustica al cliente maleducado; con desempleados que intentan escribir para rellenar sus horas vacías y que son sometidos a la vigilancia de unos burócratas muy singulares; con inspectores de policía que acaban de ser jubilados y chapotean hacia un futuro agrio; con españoles que buscan la estabilidad laboral en Chile; o con jóvenes que languidecen en la grisura de una fábrica de bizcochos y que encuentran en la música una ventana por la que huir. Añadamos el desasosiego que se respira en el relato “Moloch 3000”; añadamos la delicada belleza existencial de “Mecanografía”; añadamos el humor paródico de “Ganapanes” (donde el protagonista es un escritor español, fácilmente reconocible). ¿De verdad que necesitan más motivos para adentrarse en ese volumen?

Háganme caso e inténtenlo.

sábado, 8 de mayo de 2021

Tierra de nadie

 


Es dudoso que exista algún autor en la historia del teatro murciano (con la posible excepción de Lorenzo F. Carranza) que goce de más estrenos, galardones y reconocimientos críticos que Fernando Martín Iniesta (Cieza, 1929). De ahí que siempre me resulte gustoso adentrarme en una de sus obras. Ahora lo hago con Tierra de nadie, una ficción dramática situada en territorio comanche, esa geografía de frontera donde dos ejércitos rivales de una guerra se confunden en una ciénaga terrible, amenizada por los francotiradores.

La obra (creo que es su peor defecto) incurre en un maniqueísmo ideológico que podríamos considerar altamente ingenuo, y está además maltratada por una ortografía de juzgado de guardia (he subrayado cuarenta y cuatro errores notorios en apenas cincuenta y cuatro páginas de texto dramático). Pero, pese a todo ello, no me disgusta haber vuelto a la obra de este escritor, del que me compraría sin dudarlo sus Obras completas, a ser posible anotadas por algún especialista.

Distraída.

jueves, 6 de mayo de 2021

Solo con hielo

 


Me sumerjo en las páginas de Solo con hielo, el volumen de relatos que Talentura le publicó en octubre de 2014 a Silvia Fernández Díaz, una autora que, como se indica con sencillez en la solapa del tomo, “compagina el trabajo administrativo con el aprendizaje en cursos de escritura creativa”. Y me encuentro con una veintena de narraciones que cubren un arco temático muy variado y sugerente: dos niñas que no aceptan la nueva situación familiar que ha generado su madre; un hermano que trama una larga venganza contra su gemelo, por antiguas deudas jamás olvidadas; una esposa que logra denunciar a su maltratador; unos padres que se pliegan a las tropelías de su vástago; una mujer que no admite de buena gana la nueva situación sentimental de su hijo; la propuesta indignante que una joven triunfadora desliza ante los ojos de su amiga fracasada… Todos ellos son relatos muy correctos que nos presentan la labor meticulosa de una aplicada narradora.

miércoles, 5 de mayo de 2021

Fiume

 


Es cierto que nuestras vidas son ríos que van a dar a la mar, que es el morir (por usar la fórmula serenamente aterradora, aterradoramente serena, que Jorge Manrique popularizó en el siglo XV); pero no es menos cierto que, en su fluir, esos ríos van generando modificaciones en el paisaje por el que transitan. De tal modo que el balance existencial no solamente incluye el líquido que se mueve, como en un principio podría sospecharse, sino también los derrubios estáticos que genera.

Tristam Vedder fue, en 1919, un periodista del New York Tribune que se acercó hasta el Estado Libre de Fiume, un experimento prefascista ideado y dirigido por el escritor Gabriele D’Annunzio, para entrevistar al famoso Vate. Esa experiencia lo marcó de tres maneras distintas: la primera, en el campo profesional; la segunda, en el ámbito ideológico (se le quedaron adheridos muchos tics e ideas de raigambre totalitaria, de los que tuvo que irse desprendiendo luego de forma traumática); la tercera, en el terreno sentimental (descubrió el amor profundo al lado de Sarah, una mujer bella y enigmática que quizá también fue amante de D’Annunzio). Tres décadas más tarde, Vedder vuelve a Italia, acompañado por su esposa Cynthia, su hija Laura y su yerno Nathan, con un objetivo doloroso y tal vez catártico: visitar el sitio donde fue abatido su hijo Ben, una de las últimas e inútiles víctimas de la Segunda Guerra Mundial. En ese viaje laten (en las dos acepciones del verbo: palpitar y ladrar) unas contradictorias emociones, que zarandean a Tristam y que lastiman su ánimo: la pésima relación con Cynthia (de la que está seguro que va a divorciarse), el desprecio que le provoca el insulso Nathan (al que considera un paleto), los recuerdos tumultuosos que provienen del ayer… Vedder se convierte desde el principio en la piedra angular sobre la que Fernando Clemot construye Fiume, una novela densa, desgarrada, turbadora, que indaga en los orígenes cenagosos del histrionismo fascista y que nos advierte sobre la facilidad con la que puede sucumbirse a ese tipo de ideologías, en las cuales “el abismo del todo era el único límite” (p.31) y que deja a los seres humanos “preparados para el fanatismo” (p.52).

Dueño de una escritura sólida y convincente, el escritor barcelonés consigue en esta obra unos retratos magistrales (los de D’Annunzio o De Carolis impresionan de principio a fin), un dibujo agrio sobre las peores sombras del ser humano y un fresco impagable sobre el auge y la pudrición (nunca la muerte absoluta) de las ideas nacionalistas.

Para quitarse el sombrero.

martes, 4 de mayo de 2021

Padre (2002-2016)

 


Lo explica con exactitud conmovida el autor en la nota que figura en la página 51 de este tomo: “Padre (2002-2016) es una obra integrada por veinticinco poemas que hablan de mi padre, desde el instante preciso de su muerte hasta el momento en que sus cenizas son esparcidas catorce años después”. Esos poemas, muy distintos entre sí pero atravesados todos por una emoción hondísima, expresan de manera clara la voluntad de Coriolano González de recortar (en el recuerdo, en la emoción, en el ayer y en el hoy) la figura de su progenitor, aquel hombre que le fabricó su primera cometa (p.24) y que unos años más tarde estaba ya sometido a “la humillación del velatorio” (p.27).

Algunos de los textos provienen de volúmenes publicados con anterioridad por el poeta isleño (Otra orilla (Cuadernos de Guillermo Fontes), en 2006, o El tiempo detenido, en 2008), pero también incorpora algunas composiciones inéditas, que completan la visión y el homenaje añadiéndole perfiles, matices y ángulos de una desoladora hondura. El resultado final es un libro estremecido y sobrio a la vez, que conmociona al lector en cada verso y que a muchos nos recuerda las lágrimas, las reflexiones, las congojas y las orfandades que nos asaltaron cuando tuvimos que atravesar por el mismo trance que el poeta tinerfeño.

Esta antología, oportunísima y desgarradamente humana, apareció a finales de 2020 bajo el auspicio de Ediciones La Palma.

lunes, 3 de mayo de 2021

Azul ruso


De vez en cuando me gusta encontrarme con libros que, saliéndose de los cauces más o menos trillados, me ofrecen propuestas literarias distintas. Y es evidente que Patricia Esteban Erlés ha cumplido esa misión en su libro de relatos Azul ruso (Páginas de Espuma), un volumen que llegó a ser finalista en el premio Setenil del año 2010. La autora de Zaragoza, lejos de plegarse a moldes clásicos, inventa formatos más creativos, juega, se aventura, se arriesga. No se refugia en sólidas estrategias sedimentadas por la tradición, sino que dibuja su propio espacio y lo dota de colores únicos. Frente a Newton (permítaseme la broma), la mecánica cuántica.

Partiendo de esa posición de pirueta y funambulismo podría haber edificado una obra “moderna” (esto es, fulgurante y rápidamente vieja, explosión y ceniza), pero ha conseguido algo más difícil: unas narraciones sólidas, aplomadas, con aire de eternidad, en las que nos ofrece segmentos de vidas inolvidables para el lector. Nos llena los ojos con trabajadores de tanatorio, dependientas tristes, exparejas a las que se ha olvidado de manera imperfecta, pluriempleados que descubren con languidez la infidelidad de su esposa, viajeros que perdieron a su familia en un accidente aéreo, mujeres de nombre borgiano que convierten a los hombres en gatitos indefensos, drogadictas que esperan con ansiedad una llamada de teléfono, profesores que han abandonado su vida conyugal y comienzan a lamentarlo, superhéroes cansados o mujeres que siempre se han sentido inferiores a su hermana.

Habilidosa y dueña de unos magníficos recursos verbales, Patricia Esteban Erlés, creadora de charcos que “tartamudeaban nubes” (he subrayado dos docenas de hallazgos literarios de ese esplendor), me ha convencido plenamente. Repetiré.

domingo, 2 de mayo de 2021

A veces un caballero


Vuelvo cíclicamente a las recopilaciones de artículos de Javier Marías, y siempre salgo del volumen con la agradable sensación de haber disfrutado con la prosa y con los argumentos y enfoques del escritor. En ocasiones, me muestro conforme con él; en ocasiones, no. Esto se me antoja tan natural como sano. Pero me gusta de forma invariable la manera en que se introduce en los temas y la solidez con la que desarrolla sus razonamientos. Rara vez lo encuentro estridente, o vengativo, o atrabiliario, o mezquino. Al contrario: suele parecerme ponderado, respetuoso y firme en unas convicciones (lingüísticas, cívicas, literarias) que son también las mías, pese a que en muchos casos se trate de actitudes “a contracorriente” (odios al gregarismo, al ruido, al silencio hipócrita, a la desfachatez de tantos políticos, etc).

Sé que el tiempo desmenuzará o vaciará de contenido algunos de estos artículos, al diluirse los referentes personales que los sustentan (el criminal Arzallus, el polémico Álvarez del Manzano), pero sé también, o al menos intuyo, que el fondo permanecerá intocado, porque Marías nos habla de arquetipos, más allá de las menudencias coyunturales. No estará Javier Arzallus, pero estará cualquier otro antropoide que justifique o azuce los crímenes; no estará Álvarez, pero vendrá un nuevo alcalde prevaricador, desconsiderado o fraudulento, aquí o allá, repitiendo dislates.

En resumidas cuentas, que una vez más me convence el escritor madrileño y que no me extrañaría repetir dentro de poco con otro libro suyo.

sábado, 1 de mayo de 2021

El hotelito

 


Cuando se entra en las páginas de esta obra de teatro de Antonio Gala (que se estrenó en 1985 en el teatro Carlos III de Albacete, y que leo en la edición que tres años más tarde preparó Ediciones Antonio Machado) no hay más remedio que esbozar una sonrisa, porque contemplamos las agrias, y risibles, y verduleras, y constantes disputas entre cinco mujeres, que representan a otras tantas partes de España: Carmiña (Galicia), Rocío (Andalucía), Monserrat (Cataluña), Begoña (País Vasco) y Paloma (Madrid). Pero conforme se avanza por el texto se va ensombreciendo el ánimo, pues las pendencieras muchachas están discutiendo entre sí porque se han propuesto vender el hotelito donde viven (y que tiene diecisiete dormitorios) a una extranjera que ha decidido invertir su capital en esta compra. Descubres entonces que son nietas de "Isabel y Fernando" (p.21) y que las últimas reformas del edificio las hizo "el tío Paco" (p.30). Y adviertes la dimensión seria que la obra tiene: estamos hablando de España, de sus agravios históricos, de sus cuentas pendientes, de sus desigualdades, de sus atrocidades y hermosuras, de sus odios larvados, de sus robos y esplendores y mezquindades.

Escuchando las cinco voces escuchamos la variopinta y estruendosa voz de la Historia, la voz de las Españas, las voces de España, el catálogo de traiciones y esperanzas frustradas que el paso de los siglos incrementó hasta límites inauditos. Las chicas se miran con sorna, se insultan con acrimonia o con gracejo, se alían y se enfadan; y al final se tiene la sensación agridulce de que no pueden vivir juntas, pero que, a la vez, consideran inviable vivir separadas, porque lo que en realidad desean con más fervor es seguirse agrediendo las unas a las otras ("Si nos separamos, ¿cómo vamos a odiarnos?", suspira Begoña en la página 46).

Una obra ligera, pero quizá más solemne o profunda de lo que podría pensarse en un primer acercamiento a la misma, que Antonio Gala resuelve con donaire, chispa... y buena documentación histórica.