Muy pocos adolescentes están informados actualmente de qué fue
la Movida madrileña de principios de los años 80. Y sus principales figuras
(Tino Casal, Nacha Pop, García-Alix, Radio Futura, Ouka Leele) les sonarán poco
o nada, salvo en los casos de artistas que han prolongado durante décadas su
tarea creadora y su popularidad (Pedro Almodóvar, Alaska)… Pero de pronto
aparece una novela maravillosa, que se titula La sonrisa de los peces de piedra, escrita por Rosa Huertas, y pone
de nuevo todos aquellos nombres en primera línea para despertar la curiosidad
juvenil, sobre todo después de alzarse con el XIV Premio Anaya.
En estas páginas nos encontramos con Jaime, un chico
aficionado a la música que acaba de perder a su abuelo y que, mientras visita
su tumba en el cementerio, conoce a Ángela, una muchacha de edad similar a la
suya, cuyo padre ha muerto hace unos días. Este encuentro fortuito comenzará a
disipar algunas nieblas sobre los orígenes de Jaime. ¿Acaso no será cierto
(como siempre la he dicho su madre) que fue concebido por inseminación
artificial? ¿Y por qué Ángela la he dicho que tiene 17 años… justo antes de que
Jaime descubra una lápida cercana donde se puede leer que debajo está enterrada
una chica llamada Ángela, que vivió entre 1995 y 2012? ¿Qué misteriosos
vínculos unen a ambos jóvenes?
Con un desarrollo magistral de la trama, Rosa Huertas fascina
a los lectores en dos planos distintos: de un lado, la actualidad, donde vemos
cómo las historias de Ángela y Jaime convergen de forma asombrosa, a la vez que
se constelan de luces, sonrisas, miedos y esperanzas; del otro lado, la crónica
sobre los años locos, libres, divertidos y vitalistas de la Movida, que
solamente las drogas o los excesos mal entendidos emborronaron. El resultado es
una novela seductora, magnífica y llena de joie
de vivre, que nos invita a una navegación deliciosa entre el pasado y el
presente.
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