jueves, 20 de agosto de 2020

Devaluación continua




A quienes nos dedicamos a la hermosa labor de enseñar en España (no importa que hablemos de colegios, de institutos o de universidades) resulta complicado engañarnos. Lo intentan, desde luego (informes oficiales, directrices políticas, encomiendas burocráticas, dogmáticos o alarmistas titulares de prensa), pero no lo consiguen en el fondo. Y no lo consiguen porque somos nosotros quienes nos encontramos ahí, junto a las chicas y chicos que necesitan educación, formación, aprendizaje, esperanza y futuro. Tenemos que enseñarles ecuaciones, respeto, inglés, normas de comportamiento social, reacciones químicas, tolerancia, lengua y literatura, civismo, biología, cooperación o informática (por no alargar una lista rigurosamente inabarcable en una simple nota de lectura como ésta).
Andreu Navarra es el autor de un libro memorable y valioso que, con el triste título de Devaluación continua, publica el sello Tusquets. Su objetivo es poner a disposición del público no especializado el estado crítico en que se encuentra la enseñanza en nuestro país (el adjetivo “urgente” que se incluye en el subtítulo no es caprichoso ni banal): directrices gubernamentales que parecen diseñadas con el insano objetivo de calcinar el futuro de la enseñanza pública; sobrecarga burocrática que distrae a los docentes de su auténtica tarea; alumnos descentrados y faltos de motivación; centros desbordados por las instrucciones contradictorias… Todo eso que los profesores conocemos de sobra y que el docente y ensayista barcelonés resume de forma precisa y preciosa.
Les copio algunas de las citas que he cosechado durante mi viaje por sus páginas (que constituyen, pueden creerme, un palidísimo resumen de la obra): “A la Diosa Educación la agobian cada día con demasiadas bobadas, con demasiados cantos de sirena que no resisten ni el más mínimo o superficial examen crítico”. “La escuela no debe ser el reflejo de la sociedad, sino que ésta debía ser el reflejo de aquélla, ejemplo de orden y vertebración, de equidad radical y de máximo democratismo”. “Un buen profesor ha de ser de agua, no de cemento armado. Tiene una profesión artesana: no está donde está para salvar el mundo, sino para hacer que un determinado grupo de adolescentes aprenda y avance”. “Estamos dejando que los tiburones nos cuarteen el sector público, mientras miramos a otra parte o nos leemos libritos con muchos colorines”. “Desterrar los datos es desterrar el pensamiento […]. Nuestra responsabilidad consiste en pensar y dejar pensar. Y animar a pensar”. “La mayoría de los profesores bullen de ideas renovadoras y están ansiosos por aplicarlas sin que eso tenga que suponer rellenar formularios y más formularios”. “La nueva pedagogía se basa en supercherías peligrosísimas”. “O somos capaces de educar generaciones de opinantes que piensan, o vencerá el imperio del mamporro y la vejación”. “La nueva educación degrada nuestra democracia, nos obliga a pensarnos como entes pasivos subsidiados de un país perdedor”. “Sin autodisciplina no se llega muy lejos en esta vida”. “Nos enfrentamos al fenómeno del analfabetismo funcional: olviden el fracaso escolar, olviden las estadísticas: lo que se acerca es mucho peor”. “Nuestra guerra es contra el fatalismo, el pesimismo y la vida entendida como un valle de lágrimas. No estamos aquí para perder la vida y la salud sobreexplotados en hoteles o bares amarrados a la miseria y a la hipnosis patriótica. Estamos aquí para compartirnos y transmitir nuestra alegría por pensar y convivir”. “Se educa para la desinformación con el objetivo de que el poder sustituya al servicio público”. “El aula de hoy en la que no se puede dar clase porque una minoría que se siente impune puede imponer su ley a los compañeros y a la comunidad educativa será la sociedad dictatorial de mañana”. “[Debemos] mojarnos para forzar la evolución, y no solo quejarnos o dejarnos derrotar o confiar en el enésimo cambio de gobierno”. “No cabe duda: tras este estropicio tiene que existir algún tipo de programa ideológico o voluntad política. Voluntad de que nuestros jóvenes de clase media y baja no puedan acceder jamás a cargos de responsabilidad, los mejores pagados. La nueva pedagogía es profundamente clasista”. “El programa dominante actual está bien definido: buena educación cara para quien pueda sufragarla, nuevas pedagogías para la inmensa mayoría de la población, la población subsidiada y brutalmente explotada mañana”.
¿Más comentarios por mi parte? Nada, ninguno. Creo que se trata de un libro tan importante que no hay resumen que lo pueda condensar. Ojalá decidan ustedes adentrarse en el volumen. Créanme si les digo que la obra es imprescindible para entender la raíz del asunto (y su tronco, y sus ramas, y sus frutos); y que cuantas más personas lo conozcan antes llegaremos a una solución para él.

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