A quienes nos dedicamos a la hermosa labor de enseñar en
España (no importa que hablemos de colegios, de institutos o de universidades)
resulta complicado engañarnos. Lo intentan, desde luego (informes oficiales,
directrices políticas, encomiendas burocráticas, dogmáticos o alarmistas titulares
de prensa), pero no lo consiguen en el
fondo. Y no lo consiguen porque somos nosotros quienes nos encontramos ahí,
junto a las chicas y chicos que necesitan educación, formación, aprendizaje, esperanza
y futuro. Tenemos que enseñarles ecuaciones, respeto, inglés, normas de
comportamiento social, reacciones químicas, tolerancia, lengua y literatura, civismo,
biología, cooperación o informática (por no alargar una lista rigurosamente
inabarcable en una simple nota de lectura como ésta).
Andreu Navarra es el autor de un libro memorable y valioso que,
con el triste título de Devaluación
continua, publica el sello Tusquets. Su objetivo es poner a disposición del
público no especializado el estado crítico en que se encuentra la enseñanza en
nuestro país (el adjetivo “urgente” que se incluye en el subtítulo no es
caprichoso ni banal): directrices gubernamentales que parecen diseñadas con el insano
objetivo de calcinar el futuro de la enseñanza pública; sobrecarga burocrática
que distrae a los docentes de su auténtica tarea; alumnos descentrados y faltos
de motivación; centros desbordados por las instrucciones contradictorias… Todo
eso que los profesores conocemos de sobra y que el docente y ensayista
barcelonés resume de forma precisa y preciosa.
Les copio algunas de las citas que he cosechado durante mi
viaje por sus páginas (que constituyen, pueden creerme, un palidísimo resumen
de la obra): “A la Diosa Educación la agobian cada día con demasiadas bobadas,
con demasiados cantos de sirena que no resisten ni el más mínimo o superficial
examen crítico”. “La escuela no debe ser el reflejo de la sociedad, sino que
ésta debía ser el reflejo de aquélla, ejemplo de orden y vertebración, de
equidad radical y de máximo democratismo”. “Un buen profesor ha de ser de agua,
no de cemento armado. Tiene una profesión artesana: no está donde está para
salvar el mundo, sino para hacer que un determinado grupo de adolescentes
aprenda y avance”. “Estamos dejando que los tiburones nos cuarteen el sector
público, mientras miramos a otra parte o nos leemos libritos con muchos
colorines”. “Desterrar los datos es desterrar el pensamiento […]. Nuestra
responsabilidad consiste en pensar y dejar pensar. Y animar a pensar”. “La
mayoría de los profesores bullen de ideas renovadoras y están ansiosos por
aplicarlas sin que eso tenga que suponer rellenar formularios y más formularios”.
“La nueva pedagogía se basa en supercherías peligrosísimas”. “O somos capaces
de educar generaciones de opinantes que piensan, o vencerá el imperio del
mamporro y la vejación”. “La nueva educación degrada nuestra democracia, nos
obliga a pensarnos como entes pasivos subsidiados de un país perdedor”. “Sin
autodisciplina no se llega muy lejos en esta vida”. “Nos enfrentamos al
fenómeno del analfabetismo funcional: olviden el fracaso escolar, olviden las
estadísticas: lo que se acerca es mucho peor”. “Nuestra guerra es contra el
fatalismo, el pesimismo y la vida entendida como un valle de lágrimas. No
estamos aquí para perder la vida y la salud sobreexplotados en hoteles o bares
amarrados a la miseria y a la hipnosis patriótica. Estamos aquí para
compartirnos y transmitir nuestra alegría por pensar y convivir”. “Se educa
para la desinformación con el objetivo de que el poder sustituya al servicio
público”. “El aula de hoy en la que no se puede dar clase porque una minoría
que se siente impune puede imponer su ley a los compañeros y a la comunidad
educativa será la sociedad dictatorial de mañana”. “[Debemos] mojarnos para
forzar la evolución, y no solo quejarnos o dejarnos derrotar o confiar en el
enésimo cambio de gobierno”. “No cabe duda: tras este estropicio tiene que
existir algún tipo de programa ideológico o voluntad política. Voluntad de que
nuestros jóvenes de clase media y baja no puedan acceder jamás a cargos de
responsabilidad, los mejores pagados. La nueva pedagogía es profundamente
clasista”. “El programa dominante actual está bien definido: buena educación
cara para quien pueda sufragarla, nuevas pedagogías para la inmensa mayoría de
la población, la población subsidiada y brutalmente explotada mañana”.
¿Más comentarios por mi parte? Nada, ninguno. Creo que se
trata de un libro tan importante que no hay resumen que lo pueda condensar. Ojalá
decidan ustedes adentrarse en el volumen. Créanme si les digo que la obra es
imprescindible para entender la raíz del asunto (y su tronco, y sus ramas, y
sus frutos); y que cuantas más personas lo conozcan antes llegaremos a una
solución para él.
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