Se supone (es mucho suponer; pero, en fin, por lo que sea se
supone) que los críticos literarios y los reseñistas de libros deben abordar profundos
análisis de las obras que caen en sus manos, diseccionar sus fuentes (eso que
Joan Oleza llamaba “crítica hidráulica”), colocarles una etiqueta aclaratoria
que sirva a los demás lectores como orientación (¿?) y que, incluso, acometan
la asombrosa tarea de ponerles una nota (lo estoy viendo en algunos periódicos
últimamente).
Pero, tras haber publicado más de dos mil reseñas en prensa
escrita y digital durante tres décadas y haberme liberado de ataduras, ñoñerías
y caprichos ajenos, resulta que en la República Independiente de mi blog puedo
permitirme el lujo de decir las cosas como me apetece. Y lo que me apetece
decir sobre libros como Los defectos de
la anestesia (que publica Ernesto Ortega en Enkuadres) es que es buenísimo.
Así, sin más. Bueno hasta decir basta. Bueno en su escritura y en sus
argumentos. Bueno en su gradación. Bueno de arriba abajo. Bueno y punto. Una
jodida maravilla.
Me ha encantado descubrir en sus páginas las asombrosas
aplicaciones prácticas de un oficio languideciente (“El afilador”); la bella
metáfora circular o cuántica de un viaje en tren (“El túnel”); los beneficios
que el viento puede producir en la Sanidad Pública (“Hos tal”); la metamorfosis
inquietante de un noble animal (“Adaptación”); un examen sorpresa que se
convierte en símbolo de rebelión (“Adolescentes kamikazes”); la decepción
infantil ante el final de un número circense (“Desilusión”); los sucesivos
ruidos nocturnos que impiden el descanso (“Noches de perros”); la maravilla de
un microrrelato de ambiente infantil para enmarcar (“Malos tiempos para las
hadas”); el estremecimiento oriolano que impregna las dos últimas líneas de
“Cucharadas de tierra”; la gloriosa gozada de “Plan para el fomento de la
lectura”; la tristeza íntima que borbotea en las líneas de “Hábitos”; un canapé
que nos hace tragar saliva (y no de hambre) en “El de la vergüenza”… y muchas
más cosas que, oigan, no les pienso destripar.
Busquen esta obra en su librería más cercana (o en la web de
la editorial) y se van a enterar de las bellezas que contiene. Oro molido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario