La vida, igual que el amor, es un ejercicio de libertad
condicionada; un pacto entre el Destino y la suerte, en virtud del cual
descubrimos una profesión, unos seres a los que amar u odiar, un país en el que
nacer, un día en el que morir. Ponerle palabras a ese pacto constituye el
espíritu poético, y es una de las más hermosas y plenas rebeliones que se puede
permitir el ser humano.
Concha Martínez Miralles, a quien ya conocíamos como autora de
novelas cortas (con El prisma
consiguió el premio Gabriel Sijé en el año 1998) y como hábil constructora de
cuentos (la recopilación No olvide que
usted va detrás, lanzada en 2006 por la Editora Regional de Murcia, es bien
significativa de su talento), nos sorprendió en 2007 con este volumen de
versos, que muestra unas maneras interesantes y poemas de auténtico lujo, como
el que cierra el tomo. Pero no son (aclarémoslo desde el principio) poemas de
narradora, como hubiera dicho el gran Alemán Sainz, sino poemas de auténtica
poeta. La voz lírica que Concha Martínez Miralles obtiene de sus entrañas y
expone sobre el papel no es ninguna “adaptación”: es puro temblor poético que
nace con necesario ropaje de versos. Y eso se nota no solamente en la música
que el libro muestra (que es notable y brilla en cada página), sino en otros
aspectos verbales, como el uso de la adjetivación. En efecto, Concha no sólo
maneja adjetivos insospechados y de rica textura (así, en la página 29 habla de
una puerta “esdrújula y maltrecha”; o se refiere a unas “farolas cabizbajas” en
la 37; o ironiza en la 44 sobre las “urgencias desinflables” que pueblan
nuestras agendas cotidianas), sino que también adjetiva con algunos sustantivos
(“Hay casas lobo que beben lunas llenas”, página 26), en un despliegue de
poderío semántico que evidencia su talento y su meticulosa pulcritud a la hora
de expresarse.
En estos tiempos atrafagados, en los que tantas propuestas seudoliterarias nos acechan en las estanterías y en las mesas de novedades, en los que tantos falsos escritores nos lanzan sus egagrópilas y esperan nuestro aplauso, no sería mala idea que los lectores interesados en las buenas obras intentaran un acercamiento a la poesía de Concha Martínez Miralles, fabricada con los sutiles hilos de la verdad y la belleza.