Dejo
que el año 2024 me siga sorprendiendo con autores a quienes aún no había leído,
y de esa forma pasean ante mis ojos las páginas de Un clavel entre los
dientes, de Jorge de Cominges (Seix Barral, 1989), quien utiliza unos
versos de Pere Gimferrer para el título. La experiencia con esta novela (lo
anotaré desde el principio) ha sido altamente seductora; no tanto por la
historia narrada (que también) como por la elegancia prosística del escritor
catalán, que me embrujó desde el primer capítulo. Qué manera tan sutil y tan
efectiva de retratar el mundo barcelonés de los años 60: desde sus estudiantes
universitarios hasta sus putas, desde las playas donde disimulan los chaperos
hasta las joyas finísimas de las damas que acuden al Liceo para escuchar la
música de Verdi.
Situémonos
en la casa donde vive el matrimonio formado por María (dictadora de la moda,
exquisita en sus modales) y Pedro (un notario mucho mayor que ella, rancio y
profundamente religioso), acompañados por Renata (madre de María y, desde hace
meses, desahuciada por los médicos). Añadamos a las dos hijas del hogar: Ana
(11 años, fantasiosa y deslumbrada con su hermana mayor) y Clara (quien estudia
Derecho y tiene un novio llamado Carlos). Ese grupo de personajes sirve a Jorge
de Cominges no solamente para retratar de forma impecable varios estratos de la
vida catalana (sobre todo, la burguesía snob), sino para introducir valiosas
reflexiones sobre la religión, la organización social de nuestro mundo o la
línea rectora que debería guiar siempre nuestras existencias (y que podemos
resumir en las palabras que Renata deposita en los oídos de su nieta, horas
antes de morir: “No hagas nunca caso a nadie. Haz sólo lo que te parezca bien a
ti después de haber reflexionado”, p.69).
En cuanto al final de la historia, permítanme que no les dé ninguna pista, salvo que su tono melancólico es posible (muy posible, diría yo) que los conmueva y les deje una huella indeleble.