Mostrando entradas con la etiqueta Lessing Doris. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Lessing Doris. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Ben en el mundo




Cuando llegué a la última página de El quinto hijo, de Doris Lessing, me quedó una sensación muy extraña. Me faltaba algo. La novela me pareció magnífica, qué duda cabe (bien contada, bien modulada, con protagonistas trazados con hondura), pero el destino de su personaje protagonista (aquel muchacho peludo, gruñón y semiautista, que parecía un neanderthal nacido miles de años después de la extinción de la especie) se erigía en una incógnita demasiado poderosa. ¿Cómo podía el lector asumir que aquella criatura quedara, sin más, lanzada a un destino inexplicado, en los últimos años del siglo XX? Y se ve que a la escritora británica se le debió quedar también ese gusanillo, porque doce años después publicó la continuación, bajo el título de Ben en el mundo (2000).
Nos lo encontramos ahora convertido en un joven de 18 años, que ha tenido leves experiencias sexuales con prostitutas, que ha sido acogido por la anciana señora Biggs, que ha sido utilizado por un gigoló para cierto negocio escabroso e ilegal y que, finalmente, acabará recalando en Hispanoamérica, cuando un cineasta con menos talento que escrúpulos (o al revés) se lo lleve para filmar allí una película sobre una tribu salvaje. Quienes lo rodean siguen coincidiendo en los análisis que ya menudeaban en la anterior entrega (“Ben no era humano, aunque se comportara casi siempre como si lo fuera. Y no era un animal. Era una regresión de algún tipo”, p.129) o que incluso se atreven a ir un poco más allá (“Dicen que tiene que ser un retroceso a hace mucho tiempo. Muchísimo. Miles de años. Podrían descubrir con él cómo era aquel pueblo antiguo”, p.219).
Las escenas sexuales, en las que Ben se comporta rudimentaria y atávicamente, son convincentes. Los rastreos por su tosca psicología también lo son. Y el modo en que Doris Lessing concluye su relato no puede ser más triste, razonable ni melancólico, quebrantando los clichés sobre la inanidad de las segundas partes. Ésta, desde todos los puntos de vista, era necesaria.
Una intensa reflexión sobre lo diferente y sobre la forma en que el mundo se comporta frente a esas diferencias.

martes, 10 de septiembre de 2019

El quinto hijo




David y Harriet, dos jóvenes algo irresponsables, se conocen en una fiesta y, al poco, deciden casarse y construir su hogar en un pueblecito a las afueras de la ciudad de Londres. Los problemas surgen cuando, a los escasos ingresos de la pareja, se une una idea que las dos familias consideran alocada: tener al menos ocho o diez hijos. En plenos años 60 y con un mundo cada más violento alrededor, no parece que se trate de un proyecto demasiado razonable, aunque los hijos van llegando: entre 1966 y 1973 les nacen cuatro. Con el apoyo económico del padre de David, todo va viento en popa.
Pero la situación comenzará a emborronarse con el quinto embarazo: dolores, ardor, incomodidad… Harriet siente que está ocurriendo algo distinto. Y cuando el bebé nace comprueba que no estaba equivocada en su juicio: es una criatura de gran tamaño, rasgos extraños y comportamiento singular. Es un violento “niño de Neanderthal” (así lo define en la página 92) que, lento como una termita y eficaz como una termita, “iba a destruir la vida familiar” (102). Durante años, se esforzarán por educarlo, pulirlo o asimilarlo, pero todo resultará inútil. Fue un feto incómodo, se transformó en un niño hostil y ahora es un adolescente de rara violencia abrupta. Harriet juzga que todo esto les ha pasado “por engreídos. Por creer que podíamos ser felices porque nosotros lo habíamos decidido” (199). ¿Qué hacer con un hijo que es una anomalía tan aparatosa?
Una novela dura, de temática nada complaciente, donde se abordan los peligros que nos pueden esperar en el ángulo menos esperado de la vida.
No tardaré en volver a Doris Lessing.