Me ha
ocurrido muchas veces que, tras comenzar un libro y tener la impresión de que
iba por mal camino (argumental o estilísticamente), he decidido resistir unas
páginas más antes de sucumbir a la tentación de abandonarlo de modo definitivo.
Y me ha ocurrido también algunas veces que esa paciencia (o quizá cabezonería)
me ha permitido descubrir que la obra finalmente remontaba el vuelo y lograba
gustarme. Con Días en blanco, la
poesía completa de José Luis Sampedro, me ha ocurrido esto último.
Mi mujer,
sabiéndome admirador del novelista de Barcelona, me regaló hace pocos días el
magnífico volumen que, editado por José Manuel Lucía Megías (catedrático de
Filología Románica en la Complutense), publica magníficamente el sello Plaza
& Janés; y me puse de inmediato a leerlo. Para mi perplejidad, sus primeras
páginas estaban llenas de poemas insustanciales, escasamente rítmicos, poco
airosos en la forma y convencionales en los temas y vocabulario (hasta 67 veces
he subrayado la palabra “primavera” en sus líneas). Pero estaba ante José Luis
Sampedro, fautor de sirenas y sonrisas etruscas, así que lo razonable era tener
un poco de paciencia. Y el experimento salió bien.
Conforme
se va avanzando por esta extensa selva lírica, los poemas se van haciendo más
altos y más hondos, se llenan de aromas filosóficos (y hasta de guiños
económicos), se impregnan de serenidad y nos dejan en los ojos bellísimas
reflexiones sobre la vida y el paso del tiempo. Sampedro se convierte en un
gran cultivador del ritmo endecasílabo y octosílabo; maneja los
encabalgamientos con elegante soltura; y sus imágenes se van llenando de
originalidad y de fuerza. Lo vemos
hacerse poeta; lo sentimos haciéndose
poeta. Bastará con recomendar al lector que se detenga en las páginas 78, 127, 222,
291 o 293 para convencerlo de la brillante solidez que el autor de Octubre, octubre o de Congreso en Estocolmo logra en el ámbito
de la poesía.
Pero es
que este libro nos guarda para el final una guinda jocosa: los poemas de humor
que Sampedro fue componiendo durante años, con ocasión de reuniones
profesionales, críticas a la dictadura franquista o cachondeos literarios.
Cerrar un volumen diacrónico con estas perlas constituye todo un acierto, que
el lector agradece con sus sonrisas.
2 comentarios:
Magnifico. Me lo apunto
Autor polifacético con el que siempre disfruto.
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