Tildar esta obra de “mastodóntica” podría antojarse un
denuesto, pero sin duda resultaría exacto hacerlo desde el punto de vista
editorial, habida cuenta de sus dimensiones (más de 1600 páginas, con 38
apretadas líneas cada una). Un atril de madera recia he necesitado para
sujetarla y poder leerla, lentamente, durante semanas. ¿Y qué encontramos en
este volumen? No, desde luego, una biografía, ni un estudio biográfico o
estilístico, sino el diario meticuloso, lleno de fervor, que el narrador
argentino Adolfo Bioy Casares fue componiendo, desde 1947 hasta 1987, para
registrar en él todas las conversaciones que mantuvo con su amigo del alma
Jorge Luis Borges. En ellas se abordaban todo tipo de temas: literarios,
políticos, musicales, sociológicos... Y la densidad del tomo es tan
sobrecogedora, tan impactante y rica, que resulta imposible pretender elaborar
un resumen del mismo.
Descubrimos a un Borges muchas veces condicionado por las
opiniones de su madre; a un Borges que imparte clases en la universidad y es
interrumpido por algaradas de estudiantes; a un Borges que va quedándose
paulatinamente ciego; a un Borges que mantiene polémicas guadiánicas con
Ernesto Sabato; a un Borges que ejerce como jurado en diversos concursos; a un
Borges enamorado, que vacila sobre si debe casarse o no; a un Borges que opina
sobre los gobiernos militares; a un Borges que se pronuncia sobre los tangos de
Carlos Gardel o sobre las sagas escandinavas; y, valga la broma, a un Borges
que se pasa la vida comiendo en casa de Bioy (son centenares las ocasiones en
que este último inicia una entrada con las palabras “Come en casa Borges”).
Pero lo que más ha llamado mi atención son las opiniones,
siempre tajantes y a menudo hirientes, que Jorge Luis Borges expresaba sobre
escritores y obras. Sin voluntad de ser exhaustivo, recordaré lo que dijo sobre
Valéry (“Es un hombre muy inteligente sin ningún don para la literatura”, p.307),
Ernst Jünger (“Es un autor pésimo”, p.350), Scott Fitzgerald (“Un escritor sin
importancia”, p.664), Federico García Lorca (“Como persona, Lorca me pareció
muy desagradable”, p.752), William Faulkner (“Engorroso”, p.1040), Rabelais
(“Para mí no existe”, p.1085) o Ezra Pound (“Es un poeta menor”, p.1200). Y
tampoco son suaves las opiniones que le merecieron algunos libros célebres,
como Marinero en tierra (“Una
porquería”, p.556), El cementerio marino
(“Oscuro por torpeza”, p.585), El lobo
estepario (“Está escrito de cualquier manera”, p.805) o el Ulysses (“Carece de todas las virtudes
que requiere una novela”, p.908). Hay que reconocerle, eso sí, que algunas de
las fórmulas que Borges maneja para vituperar a escritores que le desagradan no
dejan de resultar ingeniosas. Así, los venablos que dedica a Ernesto Sabato (“Ha
escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que nos abruma como una obra
copiosa”, p.187), Guillermo de Torre (“Es un idiota, pero no hay que dejarse
engañar por ello: también es una mala persona”, p.326) o Eduardo Mallea (“Tiene
una notable capacidad para elegir buenos títulos. Es una lástima que se obstine
en añadirles libros”, p.1302).
Pero en 1600 páginas hay, obviamente, mucho más que opiniones
literarias. Por eso, Bioy se preocupa de anotarnos algunas reflexiones de
Borges sobre religión (“Es una relación muy extraña, la del hombre y Dios. ¿Qué
puede importarle que lo queramos? Es como si nos importara que nos quieran las
hormigas o las uñas”, p.322), el psicoanálisis (“Yo creo que el secreto del
psicoanálisis está en la vanidad de la gente; te das cuenta, poder hablar todo
lo que uno quiere, de uno mismo, y que lo escuchen con interés”, p.502) o la
senectud (“La vejez consiste en que nuestras costumbres, nuestros tics,
nuestras manías, se apoderen de nosotros”, p.713).
Como cierre, resultaría injusto no recordar la reacción de
Bioy cuando recibió la noticia de la muerte de su amigo, acaecida en Suiza.
Aturdido y triste, se fue a pasear por Callao y Quintana, sintiendo (nos dice) “que
eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges” (p.1592).
Una obra descomunal, irregular y brillante, que mejora nuestro
conocimiento de uno de los mejores escritores del siglo XX.