Prepárese
a bucear en un océano de dudas quien trate de definir Retórica para zurdos, de José María Cumbreño (Editora Regional de
Extremadura, 2010). ¿Un libro de aforismos? ¿Una colección de poemas en prosa?
¿Un tratado poético sui géneris? ¿Miniensayos que se mueven entre la filosofía
y lo lírico? De todo podrá encontrar cumplida muestra el lector atento, quien
terminará aceptando con una sonrisa que todas las etiquetas queden invalidadas
después de cada página. Y es que este volumen es tan proteico como mercúrico
(en el doble sentido: clásico y científico).
A veces,
el autor se aproxima a Ramón Gómez de la Serna (afirma que una pregunta
retórica es aquella “que no sabe lo que quiere”; o que todo epitafio es un
“poema dedicado a la única persona que no podrá leerlo”) y en otras pareciera
que sea el heredero estético de Ambrose Bierce (por ejemplo, cuando define el
encabalgamiento como “enfermedad endémica de los poetas que les lleva a pensar
que lo que tienen que decir es tan importante como para tener que seguir
diciéndolo en el verso siguiente” o cuando explica que una galerada es la
“prueba de composición de un autor que se entrega al autor con la esperanza de
que se dé cuenta de hasta qué punto la vanidad lo había cegado y comprenda que
lo más sensato es tirar todo aquello al fuego”).
Pero, por
encima de esos homenajes, lo que impregna y aureola este volumen es la lucidez
intelectual de un poeta capaz de hacer literatura mientras reflexiona sobre la
literatura y que nos deja textos como el que aparece entre las páginas 114 y
115 (“Fe de erratas”), merecedor de figurar en mil antologías a partir de
ahora.
Muy
recomendable.
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