viernes, 23 de agosto de 2019

Diccionario para pobres




Sigo con Paco Umbral, tercamente empecinado, amorosamente empecinado, en leer o releer toda su producción, traguito a traguito. Hoy he concluido su raro Diccionario para pobres (Sedmay Ediciones, 1977), con una cubierta fotográfica de su mujer, María España.
¿Me he divertido leyendo? Sí. ¿Hay en este volumen imágenes de alta calidad literaria? Sin duda. ¿Se trata de un libro recomendable? Por supuesto. Pero (ay, los peros) he tenido la molesta sensación de haber visto al alemán Albert Einstein resolviendo una simple ecuación de segundo grado; o de haber contemplado a Emilio Butragueño jugando un partido de futbolín. Es decir: genios haciendo cosas “chiquititas”.
A Paco Umbral, a fuerza de admirarlo tanto literariamente, tengo que exigirle más, mucho más que este libro ameno y divertido. A los superdotados hay que pedirles sudor, y no sólo maña. Cuando se tiene la habilidad suprema de hilvanar el lenguaje español con el hilo de oro de las metáforas, no se les debe aplaudir que redacten prosa correcta, con leves diamantitos brilladores.
Una frase para la sonrisa: “Los ricos no se prestan las cigalas ni los calzoncillos, pero siempre se están prestando libros, para no gastar dinero y tenernos a los intelectuales en la miseria”.

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