Me acerco
hasta el checo Bohumil Hrabal y leo su novela Personajes en un paisaje de infancia, en la traducción de Monika
Zgustová (Destino, Barcelona, 1981). La verdad es que me asaltan con ella
pulsiones de muy difícil explicación, por su heterogeneidad. Hay pasajes que me
encantan, sobre todo por la forma literaria en que Hrabal los ha resuelto (la
matanza del cerdo en el capítulo 2 o las líricas rememoraciones sobre la
infancia del protagonista en el capítulo 7); pero luego hay otros episodios en
los que, francamente, no consigo “entrar”. Es como si me estuviera explicando
la vida en otra galaxia. En ese orden, diré que no entiendo a Pepin, ni
entiendo el sentido de muchos de los diálogos que entre él y Maryska se cruzan.
Parecen extraterrestres que, recién llegados a nuestro planeta, hubieran
aprendido glíglico para comunicarse.
Me ha
encantado el símbolo del cabello cortado: lo veo como una clave de acceso al
futuro. Un futuro anodino, gris y conformista, pero buscado con la parsimonia
lánguida de quien se siente ingresando en la edad adulta.
“Yo soy
joven, y por eso mismo por encima del bien y del mal”, nos dice uno de los
personajes.
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