jueves, 22 de agosto de 2019

Tierras de cristal




Retorno a Alessandro Baricco, con su novela Tierras de cristal, que traducen al alimón Carlos Gumpert y Xavier González Rovira (Anagrama, 1998).
Para comenzar con una anécdota chocante diré que los traductores cometen un error de orden matemático al apuntar, en la página 148, lo siguiente: “Cinco palabras: «Patente Andersson de las Cristalerías Rail»”. Salvada esa fruslería diré que el aliento lírico que Baricco ha sabido imprimir a este pueblo es fantástico (no sé por qué, me ha recordado algunas secuencias de Bohumil Hrabal). Me he sentido conmovido por las existencias del estrafalario inventor Pekisch, de su filosófico ayudante Pehnt, del ilusionado señor Rail (que alcanza a vislumbrar en el ferrocarril las luces inequívocas de la modernidad y el progreso humano), de Jun (pseudo-madame Bovary) y del resto de seres que pueblan este relato.
En esta novela he sentido como si Baricco hubiera extraído una botella con formol de la memoria, y en ese recipiente acristalado vivieran sombras, ilusiones, proyectos, sueños dormidos y vidas aletargadas. Un delicioso experimento que rescata el pasado con suavidad y con mimo. Alessandro Baricco tiene ojos de poeta.

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