lunes, 19 de agosto de 2019

Los justos




Vuelvo a Albert Camus, uno es mis autores más admirados. Y lo hago con una pieza teatral que se titula Los justos y que tienen la bondad de traducirme entre Aurora Bernárdez y Guillermo de Torre (Alianza Editorial, 1996).
Es un texto hermoso y convulso, donde asisto a las hondas visceralidades de unos revolucionarios que se disponen a matar en un atentado al gran duque Sergio de Rusia, y que finalmente lo hacen. Pero lo más desgarrador acontece después de ese crimen, cuando irrumpe entre ellos el remordimiento, con la durísima prueba que un crimen de esa magnitud va a provocar en las conciencias e inteligencias sensibles de algunos de ellos. ¿Es necesario matar para que deje de haber muertes en el futuro? ¿Se cercena la injusticia siendo injusto en pequeñas dosis, como profilaxis? Son interrogantes que no pueden ser contestados con facilidad. Y en esos momentos es cuando van a tener que vérselas con las respuestas.
Sigo pensando que Camus es un autor magistral, muy superior a Sartre. No me lo pareció así en mi juventud (Jean-Paul vencía a Albert), pero sí ahora. Quizá los años, limando los impulsos adolescentes, te conducen hacia una sabiduría más serena, más calmada, más reflexiva.
Tres frases de la obra quiero recordar aquí: “Matar niños es contrario al honor”. “No somos de este mundo, somos justos”. “¿Qué es una sentencia? Es una palabra que puede discutirse noches enteras”.

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