viernes, 9 de agosto de 2019

Aquí y ahora




Leo y termino Aquí y ahora, de Miguel Ángel Hernández, sin llegar a entender muy bien la insistencia que varios críticos han desarrollado en torno a la palabra “híbrido” para definirlo. La vida es híbrida, como híbrido es el arte, híbrida es la amistad, híbrida es la escritura e híbrida es la lectura: no podía responder a otro espíritu un volumen donde esos cinco elementos se funden y complementan a lo largo del tiempo. O, dicho de un modo más simplificado: si la vida es híbrida, el diario tenía que ser híbrido.
Pero si lo leemos etimológicamente, como la hybris griega, tampoco esta obra podía funcionar de otro modo. Desmesura. Ansiedad. Límites. Voracidad a la hora de escribir, de abrazar a los amigos, de beber, de acometer tareas como crítico de arte, de viajar, de absorber lecturas. Aquí y ahora se erige en crónica de muchas actividades, intelectuales y emocionales: desde las visitas al Yeguas hasta las reflexiones sobre Mieke Bal o Marcel Duchamp (“el más grande de todos los artistas del siglo XX”, p.210), desde su amistad con Leo o Sergio del Molino hasta sus visitas esporádicas al gimnasio, desde sus cervezas interminables y su vermut granizado hasta el jägermeister (que raramente le sienta bien), desde su vesícula empedrada hasta sus masturbaciones viendo porno gay, desde sus fotos vestido de escocés hasta su viaje a China, desde su relación ambivalente con las redes sociales hasta el poliamor… Todo queda registrado en estas páginas, como en una bitácora del corazón, del cerebro, del estómago y del hígado.
Y por debajo, como un poderoso río, el proceso de creación de El dolor de los demás, su novela más desgarradora, testimonial, tortuosa e íntima. Una novela arrancada, más que escrita. Una novela llorada, más que redactada. Durante estas 268 páginas asistimos a su gestación y moldeado, a sus vacilaciones, a sus enmiendas, a sus crisis, a los rodeos para encontrar un tono, una voz, incluso un título (que finalmente le sugiere Vicente Luis Mora), a sus inquietudes por el impacto que pueda tener esta narración en las personas de su entorno y de su pasado; y, después del mazazo inicial que recibe tras la lectura por parte de sus agentes (“La novela no funciona, dicen. Todo es malo. Ni un solo halago. No va a ninguna parte”, anota abatido en la página 229), por fin la publicación en el sello Anagrama y el despliegue de las repercusiones.
Arte, literatura (escrita y leída), docencia, bares, exposiciones, sexo y partidos de fútbol. Cómo resistirse a ese panóptico narrativo.

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