Otra
sorpresa agradable para empezar el mes de agosto: los magníficos relatos que
forman La mala entraña, de Elena
Alonso Frayle, publicados por la editorial isleña Baile del Sol, donde se
analizan con escrupulosa exactitud y con encomiable belleza literaria multitud
de emociones del ser humano.
Aquí nos
encontramos con chicos aburridos y malévolos, que no dejan de planear y
ejecutar gamberradas (telefónicas y personales), hasta que su líder pergeña una
que incluso a ellos les provoca un escalofrío (“La mala entraña”); o
descubrimos la inquietante electricidad sexual que se genera entre una madre
lactante y su joven vecino discapacitado (“Misericordia”); o contemplamos qué
siente y cómo se comporta la hija de un etarra cuando su progenitor se encuentra
en los últimos días de una enfermedad terminal (“La buena hija”); o nos
desasosiega el corazón el modo en que una mujer madura aprovecha el fin de
semana en que sus hijos y su marido se encuentran fuera para recuperar la
relación con un viejo amante parisino de su juventud (“La calle de Mary
Quant”); o nos subimos en avión con una madre amargada, triste e iracunda, que
viaja a Nueva York para acompañar a su hija antes de que sea tarde (“Amados
hijos muertos”); o nos enfurecemos con la crueldad sádica de una sirvienta, que
atormenta a una niña rica con imágenes perturbadoras (“El ojo de Dios”).
El
volumen, elegante y airoso, no decae en ningún momento, y demuestra que la
autora (varias veces finalista del premio Setenil, además de ganadora de
premios como el Alandar o el Ala Delta) es un valor firme de la narrativa
actual, con un impresionante futuro. Conviene estar pendiente de sus libros:
nunca defraudan.
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