viernes, 24 de diciembre de 2021

Unos cuantos cuentos

 


Para cerrar editorialmente el siglo XX, Santiago Delgado publicó en Murcia el volumen Unos cuantos cuentos, colección de diecinueve historias divididas en cinco bloques: “Suite itálica”, “Heptágono sacro”, “Cuatro esquinas españolas”, “Cantata mursí” y “Tres tientos pictóricos”.

Allí nos encontrábamos con delicias como Fra Melódico (un hermoso apólogo hagiográfico que resulta imposible no relacionar con El milagro secreto, de Jorge Luis Borges), La Vestal (que nos traslada al Aventino y nos refiere la historia de una mujer que recibió sepultura siglos atrás y ahora resucita en forma de mariposa), Los gorriones de Segesta (que nos emociona con el milagro compasivo de Zeus a favor de los élimos), Muerte de Polifemo (que nos sitúa en la ancianidad del cíclope, gobernada por la amargura y la decepción, y que contiene una de las citas más hermosas del volumen: “No es la muerte quien iguala a los seres; es su indefensa caída en el amor”, p.27), Bruno, el cruzado (que contiene una historia melancólica nacida en el puerto de Acre, muy cercano a la bahía de Haifa), El último de Massada (en cuyas páginas Santiago Delgado nos presenta al último superviviente de la fortaleza, “un judío del común, el último hombre libre de Eretz-Israel”, p.50, que se termina regalando la gloria rebelde del suicidio), Maqueronte (que reproduce la famosa escena en que Herodes Antipas, tras el baile provocador y sensual de Salomé, voluptuosa hija de su esposa Herodías, se ve en la obligación de concederle la única cosa que ella se obstina en pedirle como premio: la cabeza rebanada del profeta Juan, que yace en el calabozo), Una ventana en Toledo (que nos ofrece una singular historia donde se aúnan con maestría el romanticismo becqueriano y la sabia mezcla entre sueño y vigilia que Miguel de Cervantes barajó en El coloquio de los perros), La fonte (donde el escritor, incapaz de conformarse con la elaboración de un simple pastiche, tiene la feliz idea de unir los destinos del pícaro más célebre de nuestras letras con el de dos figuras cervantinas de secular grandeza y memoria: la gitana que protagoniza una de las Novelas ejemplares; y un hidalgo melancólico, aturdido por la absurda obcecación de sus compatriotas, que se niegan a darse cuenta de que es el último y más grande de los caballeros que han pisado el polvo de los caminos españoles), El cuarto sombrero de copa (que parte del argumento de la famosa obra teatral del madrileño Miguel Mihura, que Santiago completa casi un cuarto de siglo después, cuando un maduro Dionisio se presenta en el camerino de Paula con la intención de cerrar alegremente su historia de amor, antes de que la muerte los descalifique), El encuentro (Federico y Miguel) (en cuyas páginas asistimos a la presentación entre García Lorca y Hernández en casa de Raimundo de los Reyes, en Murcia)… Seguro que no necesito seguir, porque la curiosidad de los lectores ya está garantizada.

Es hora de acudir al libro para completar la lectura con las demás historias.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Interesante libro el que traes. Desde luego por lo que leo en tu reseña son cuentos impregnados de literatura en todos sus flancos.
Espero que estés pasando unos felices días, Rubén.
Un abrazo