Cuánto me
hubiera gustado decir que esta tercera aproximación a la literatura de Soledad
Puértolas me convencía para seguir avanzando por otros libros suyos; pero (ay)
me temo que no es así. Y lo lamento de verdad, porque es una escritora con la
que, honesta y afablemente, lo he intentado con la mejor de las voluntades. Los
relatos de A la hora en que cierran los bares comenzaron dándome una
buena impresión (esa pareja de hombres silenciosos y más bien tristes que se
encuentran de noche en la barra, en el cuento que da título al volumen; el
misterioso secuestro accidental que sufre Enrico en “La llamada nocturna”; la
sensual experiencia erótica que experimenta Jacomo Sandoval en “La vida
oculta”), pero paulatinamente fueron dejando de interesarme, porque ni sus
tramas, ni sus personajes, ni sus cierres me parecían demasiado llamativos. “En
el límite de la ciudad”, por ejemplo, te cuenta un episodio en Marruecos… y no
queda nada al final. En “La corriente del golfo” te presenta unos meses de vida
en Noruega… y también me quedo al final con la sensación de Y qué.
Como es
natural (huelga decirlo, pero lo aclaro), aquí no hay “culpables”: ni la
escritora zaragozana con su escritura, ni yo con mi lectura. Se trata, en todo
caso, de una falta de empatía entre ambos.
Y dudo que repita con ella.
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