En
ocasiones, no es necesario subirse a ningún tipo de vehículo convencional para
conocer lugares distantes: es suficiente con abrir las páginas de un libro. A
mí me ocurre siempre con Manuel Rivas, que con apenas media docena de
pinceladas consigue instalarme en su Galicia natal, con sus acantilados bravos,
sus playas exigentes, sus narcotraficantes, sus pescadores humildes, sus
taberneras, sus fábricas, sus caminos y sus lloviznas. También lo logra (plena,
brillantemente) en esta colección de relatos que lleva por título Vivir sin
permiso (y otras historias de Oeste), que apareció en el sello Alfaguara en
el año 2018, después de haber sido traducida por el propio Rivas.
“El miedo
de los erizos” nos presenta a dos jóvenes (Jimmy y Antón Santacruz), que cuando
se encuentran faenando en el mar descubren un alijo de cocaína de unos ochenta
kilos y deciden (el paso lo da Antón) esconder los fardos en una gruta, hasta
que llegue el momento de poder darles una salida en el mercado clandestino.
“Vivir sin permiso” gira en torno a diversas personas relacionadas con el narco
Nemo Bandeira, que está sufriendo un declive muy evidente y muy aparatoso (el
alzhéimer lo ha invadido) y que ve peligrar su imperio delictivo por las
asechanzas de clanes rivales. “Sagrado mar” nos instala entre los muros de una
cárcel, donde Nel ha encontrado en los libros un refugio en el que evadirse,
sin que Duroc (otro narco que se encuentra en la misma prisión y que teme ser
delatado por el primero) esté dispuesto a permitirle que viva en paz.
Aleteando con esa prosa lírica, elegante y especial que lo caracteriza, Manuel Rivas construye tres propuestas que no sólo resultan convincentes, sino que te transmiten hasta el olor de la costa gallega, con sus adjetivos y sus diálogos, con sus silencios y su eficacia narrativa. Un mago, sin duda.
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