Vuelvo al
maestro Miguel Delibes, con otra de sus novelas emblemáticas, que lleva por
título El disputado voto del señor Cayo. Y creo que en ella conviene
distinguir claramente dos planos: de un lado, su tesis o idea central; del
otro, su formulación literaria. Con la primera creo que no tendría ningún
problema en mostrarme conforme, porque desarrolla narrativamente su convicción
de que los habitantes de la ciudad han estigmatizado a los del campo,
considerándolos “paletos” y suponiéndose (sin más fundamento que su vanidad)
superiores a ellos. Es tan evidente que ni siquiera merece la pena acudir a
ejemplos concretos: los podríamos encontrar a millares, en la prensa, en la
literatura, en televisión y en eso que llaman el “sentir popular”. Hasta ahí,
aplauso admirativo.
Pero (y
cómo me duele el pero, porque Delibes es uno de mis dioses literarios)
me parece que en esta novela la construcción literaria es más defectuosa de lo
habitual en el vallisoletano. Por ejemplo, en la discutible y malhadada acumulación
de trazos con los que dibuja al protagonista: Delibes se desliza hacia un
maniqueísmo demasiado evidente cuando nos presenta al señor Cayo como un
experto en todo y además nos lo cuenta con una rapidez forzada.
En las pocas horas que comparte con los visitantes políticos que acuden para
recabar su adhesión democrática, el señor Cayo despliega una exhibición de
destrezas tan acelerada que pone en evidencia que Miguel Delibes quiere
decirlo todo y se ve obligado a decirlo a toda velocidad, encadenando
una con otra, una con otra, una con otra: su exhaustivo conocimiento de
hierbas, de pájaros, de medicina natural, de fabricación de embutidos, de
abejas, de amasado de pan, de mil y una herramientas agrícolas… Conocimientos
que no son raros en un personaje como él (quién lo dudaría), pero que expuestos
con esa fatigosa y asfixiante rapidez generan la enojosa sensación de hallarnos
ante una caricatura. Bienintencionada, pero caricatura.
Tampoco
me ha resultado creíble el modo en que los urbanitas que acuden a dar un mitin
en el pueblo quedan en esas pocas horas tan subyugados con el noble labriego
que cambian su visión del mundo de un modo radical. Delibes consigue
fórmulas literarias muy hermosas (por ejemplo, cuando Víctor queda prendado de
la sabiduría ancestral del señor Cayo y le comenta a su acompañante femenina: “Nosotros,
los listillos de la ciudad, hemos apeado a estos tíos del burro con el pretexto
de que era un anacronismo y… y los hemos dejado a pie. Y ¿qué va a ocurrir
aquí, Laly, me lo puedes decir, el día en que en todo este podrido mundo no
quede un solo tío que sepa para qué sirve la flor del saúco?”), pero que no me
terminan de resultar sólidas desde el punto de vista narrativo. ¿De verdad que
un urbanícola que aspira a ser diputado en el congreso se convence en dos horas
de que es un “listillo” y que vive en un “podrido mundo”? A mí no me resulta
creíble, francamente.
Claro, esto me lleva a una conclusión que me desazona: si la literatura está (siempre lo he dicho) en el “cómo” y no en el “qué”, no me queda más remedio que admitir que El disputado voto del señor Cayo es una novela coyunturalmente bien acogida e ideológicamente plausible, pero que no va a soportar demasiado bien el paso del tiempo, una vez que se alejen las circunstancias históricas que la motivaron y los lectores se ciñan a lo puramente literario de su contenido. En suma, que no creo que sea una buena novela, vaya. No, desde luego, siendo Miguel Delibes su autor. Y me duele decirlo.
2 comentarios:
Tiene una actualidad que de seguro Delibes ni siquiera sospechó en sus momentos de mayor optimismo. Ese disputado voto es el que van buscando los partidos políticos, concretamente esa nueva formación que se anuncia como el Partido de la España Vaciada. Pero me temo que tras nombre tan atractivo estén los mismos perros aunque con distinto collar. Como siempre.
Leí de nuevo hace relativamente poco la novela y me pareció que no había envejecido nada. Hay que ver lo bien que Delibes supo presentar la maquinaria empresarial de las formaciones políticas.
Un fuerte abrazo, Rubén
Aquí ya me quito el sombrero y hago una reverencia. No sólo es mi autor favorito, lo conocí en persona y me enamoró con sus escuetas pero certeras palabras.
Bravísimo 💋💋💋
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