lunes, 20 de diciembre de 2021

Hiciste zoom en el lugar equivocado

 


A ver cómo consigo explicar esto, porque resulta complicado. He leído de un tirón el libro de poesía Hiciste zoom en el lugar equivocado, del mexicano Julio Rivera (Liliputienses, 2021). Luego lo he leído por segunda vez, con mayor lentitud y un bolígrafo en la mano, subrayando los versos que se instalaban con más fuerza en mis ojos o en mi mente. Y al final, después de esos concentrados paseos, extraigo dos conclusiones que en apariencia resultan contradictorias, pero que siento compatibles: la primera, que no he entendido lo que el libro me estaba susurrando o gritando; la segunda, que la fascinación de sus palabras sí que me ha susurrado y gritado. ¿Cómo lo podría decir con mejores palabras? No lo sé. Se trata en realidad de eso: que no sabría decir “de qué va” el volumen (discúlpeseme la zafiedad de la fórmula), pero que casi en cada una de sus páginas he encontrado un verso, un sintagma, un adjetivo, una expresión, que han logrado conmoverme, impresionarme o dejarme mudo. Y lo irracional es que no sé explicar por qué. A lo mejor, pensándolo bien, es que no hace falta, porque la poesía puede ser una comunicación inefable, en la que una voz desgrana su letanía; y un oído, lejano en el espacio o en el tiempo, recibe después ese viento de palabras. No voy a tratar de explicarme (o de explicármelo) mejor. Para qué. Quizá incluso se me haya entendido.

Sin más orden que el numérico, les voy a copiar aquí algunos de los fragmentos que mi bolígrafo y mi corazón han señalado en el tomo. Sin comillas. Solamente separándolos con barras: El espacio entre pregunta y respuesta se ha dislocado / Siento que no estoy odiando lo suficiente / La palabra más antigua que conozco es mamá / Dios es quien sostiene la cuerda de los ahorcados / Mi madre cocina el invierno dentro de casa / Huele a amargas complicaciones / Morir no es partir. Es quedarse y ver cómo todo se va apartando / Lo mejor será volverse orilla / Dormir como un pozo / Hoy es un buen día para plantar una semilla y ver crecer un hacha.

Si en algún instante han sentido también el viento, acudan a la publicación de Liliputienses y buceen en sus páginas.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Me inquieta el título, o me recuerda algo que no se que es...o ambas cosas. Me gusta.

Besos 💋💋💋