Al
principio (es decir, en el verano de 2015), Jon Ander Macua y Eider Chassereau
eran para mí solamente dos nombres. Luego se convirtieron en personajes que la
ficción narrativa me iba dando a conocer con creciente profundidad. Algo más
tarde se convirtieron en seres cercanos, de quienes almacenaba más detalles que
de mis propios vecinos. Ahora, en los días últimos de 2021, ya forman parte de
mi vida como lector. Se han convertido en amigos íntimos. Se han entrañado.
Y esa magia inhabitual se debe al talento literario de una excelente escritora
irundarra que se llama Noelia Lorenzo Pino.
Para mi
consternación, leo en la página 360 de Animales heridos, la más reciente
novela de la autora, esta frase: “No sé si esta novela significa el fin de la
saga”. Y aunque sé que solamente una alianza entre el tiempo y la voluntad de
Noelia (el lector, incluso el más entusiasta, tiene la obligación de permanecer
en el silencio más respetuoso) puede despejar esa incógnita, no puedo evitar
una tristeza honda y sincera: la de quien está dispuesto a sentarse durante
años a esperar, mientras lee otros libros suyos, en los cuales explorará otros
caminos, otros personajes, quizá otras temáticas. Y esperaré (creo que
esperaremos muchos) porque Noelia nos ha convertido en admiradores fieles, en
público agradecido, en paseantes que recorren sus páginas encandilados y
felices.
Aquí, en Animales
heridos, que publica con el sello Travel Bug Ediciones, pone ante nuestros
ojos una historia de secuestros, pederastia, asesinos a sueldo, traficantes de
droga, putas desnaturalizadas, reflexiones sobre el dolor humano y sobre la
soledad y la injusticia, disparos, persecuciones, identidades suplantadas,
venganzas diferidas e importantes personajes ocultos en la sombra; pero también
una historia donde Eider ha cambiado (no solamente en el aspecto físico, con
una operación quirúrgica y muchas horas terapéuticas de gimnasio, sino sobre
todo en lo emocional); donde Jon Ander convierte la ternura y la paciencia en
sus armas; y donde el resto de viejos conocidos de las novelas anteriores
(Eneko, Peio, Ochoa, la sobrina de Eider) quedan situados en un evidente
segundo plano, para que la atención (¿final?, ay) quede centrada en la pareja
protagonista.
Si las aventuras de Macua y Eider terminan aquí, impresionante cierre. Si, por el contrario, continúan en el futuro, impresionante punto y seguido.
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