Resulta
casi inconcebible para una persona normal, pero así ocurrió: el dictador
Francisco Franco, cuando ya tenía un pie en el sepulcro, decidió despedirse a
lo grande de la existencia firmando varias sentencias de muerte por
fusilamiento. Y la anacrónica atrocidad no tuvo lugar en un país
tercermundista, ni en la época de los mosquetones, sino que sucedió en España
en septiembre de 1975. Era la espantosa rúbrica de un régimen político aciago,
que se inició con sangre y que quiso concluir de la misma forma: con tinta roja
sobre el suelo.
Fulgencio
M. Lax tenía apenas 14 años (lo explica en la introducción de este libro)
cuando se produjeron aquellos crímenes, que ahora convierte en materia de
estupor, angustia y reflexión a través de tres piezas teatrales que el sello
MurciaLibro acaba de editar. En ellas, gracias al sobrado dominio de los
recursos dramáticos que el autor vuelve a evidenciar, sentimos que el horror
renace, que el miedo renace, que la amargura vuelve. Vemos a los jóvenes
estudiantes de periodismo que entrevistan a Carlos Arias Navarro para ver si
logran sonsacarle alguna información impactante; vemos el delicado ballet de
influencias y de fingimientos que deben desplegar para llegar hasta él; vemos
la displicencia del jerarca, agrio y marmóreo, amenazante y ortodoxo; vemos la
actitud del obispo y del joven príncipe Juan Carlos; vemos el rictus despiadado
del guardia civil que, años después, confiesa haberse presentado voluntario (el
único que lo hizo) para formar parte del pelotón de fusilamiento, y cómo ideó
disparar a la barriga para que los ejecutados sufriesen una agonía más dolorosa.
Vemos, en
fin (y elijo ese verbo porque el dramaturgo consiste magistralmente que lo
“veamos” como si tuviésemos a los protagonistas delante de nosotros, congelados
en el espacio y en el tiempo, intactos en su infamia), el frío espantoso de
aquellas semanas que sirvieron para despedir la dictadura.
No se pierdan este libro.
2 comentarios:
Interesante. No conocía al autor.
Saludos
Gracias Rubén por tus palabras.
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