Si,
como tan melancólicamente entonó Enrique Santos Discépolo, el siglo XX fue
problemático y febril, ya se insinúa en el horizonte que el XXI quizá merezca
en el futuro unos adjetivos algo más agrios y estruendosos. En su primera
década se produjo una contundente crisis económica, ocasionada por bancos,
políticos e inmobiliarias, que bombardeó la quebradiza felicidad de la gente;
en la segunda estalló una crisis sanitaria que hizo tambalearse los restos de
inocencia que pudieran quedarle; y en la tercera vemos resucitar el horror de
una hipotética Tercera Guerra Mundial, con las tropas rusas y ucranianas
enzarzadas en un conflicto impulsado por demasiados intereses y demasiadas
presiones invisibles.
En
medio de ese marasmo, Antonio Garrido Hernández publica su libro de relatos La
patera, subtitulado oportunamente “Cuentos para tres crisis”. Y en sus
atinadas páginas nos encontramos con los temas y personajes que rodean nuestro
vivir desde hace años: directores de cajas de ahorro que participan desde el
fervor o desde el remordimiento en el gran abuso (“Las entidades financieras
pusieron un negocio lucrativo de venta de sogas para ahorcarse”, escribe el
autor en la p.107); policías que intervienen con secreta vergüenza en la
ejecución de los desahucios, sabiendo que los expulsados suelen ser pobres
gentes no han delinquido; trabajadores que, atropellados por la vileza de los
de arriba, aceptan empleos precarios para conseguir un poco de dinero con el
que mantener a sus familias; negacionistas y apocalípticos, que descreen de la
esfericidad de la Tierra, de la eficacia de las vacunas y de todo lo que haga
falta; políticos desbordados e ineficaces, que se aferran como garrapatas a la
ubre del poder para no renunciar a sus beneficios… Antonio Garrido los utiliza
a todos para dibujar un gran fresco social de la España (y el mundo) del siglo
XXI donde, por motivos terapéuticos, también introduce algunas muy logradas
pinceladas de humor: Putin muriendo atragantado con un hueso de pollo criado en
Ucrania; una España que ha elegido convertirse en república, tras la nefasta
experiencia con el rey Froilán I; o un Carlos Alcaraz que ya guarda en las
vitrinas de su casa treinta trofeos del Grand Slam.
Si
me permiten dos consejos, les sugiero que se fijen especialmente en el final
asombroso del relato que abre el libro (“La patera”); y que preparen la piel
para un escalofrío al observar el color de la libreta de apuntes que aparece en
la narración “El programa electoral”.
Un libro estupendo, con el que se recuerda, se reflexiona y se disfruta.
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