La
pieza teatral Bárbara, de Benito Pérez Galdós, representada por primera
vez en 1905, no alcanza en mi opinión, la fuerza expresiva que habitualmente sí
tienen las novelas del canario; pero resulta evidente que no está escrita por
un cualquiera. En sus páginas, el autor dibuja interesantes caracteres (el
anticuario Filemón, la condesa Bárbara) y conforma una trama donde todas las
piezas están sabiamente unidas. Sin incurrir en detalles, podemos decir que la
obra nos cuenta la historia de una mujer que, casada infelizmente con un hombre
virulento (que ni siquiera llega a aparecer en escena), está enamorada de otro
mucho más delicado: el capitán español Leonardo de Acuña. Como es natural, esta
situación insostenible (ambientada en Siracusa en 1815) tiene que quebrarse de
algún modo para que estalle la chispa dramática: y ese punto de inflexión
acaece cuando se produce la muerte violenta del nefasto marido. Bárbara asegura
haber sido ella quien hundió el puñal en su cuerpo; pero Leonardo se obstina en
postularse como el inductor del crimen. ¿Quién ha sido realmente la persona
responsable del homicidio? ¿De qué forma aprovechará Horacio, el Intendente de
Siracusa, esa situación? ¿Qué destino espera a los protagonistas cuando llegue
el final de la obra y se aclaren las culpabilidades e inocencias?
Pese
a algunos fragmentos un poco grandilocuentes, donde los personajes hablan como
figuras de cartón piedra y no hay calor humano en ellos (sobre todo en el
primer acto, algo irregular); y pese a la morosidad insufrible del diálogo que
mantienen Bárbara y Leonardo en la escena X del acto segundo, la obra sigue
manteniendo un ritmo y una elegancia escénica envidiables. Nos habla del amor,
de la pasión, del descubrimiento tardío de una persona que nos completa, de la
infelicidad, de la desesperación… y también de las grandes mentiras sociales,
de los personajes que, fingiendo estar a nuestro lado, buscan solamente su
propio y mezquino beneficio.
Hay, obviamente (recordemos que la obra se ambienta en un mundo en el que Napoleón estaba a punto de ser derrotado en Waterloo), que realizar el esfuerzo de entender la idiosincrasia ya algo mohosa de Demetrio, Filemón y los demás participantes dramáticos, pero don Benito nos recompensa ese esfuerzo con la entrega de una acción teatral aún sólida, aún conmovedora, aún plausible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario