Existen
tantas definiciones del amor como se quieran buscar, en los libros o en
Internet: desde las frases edulcoradas hasta las cínicas, desde las puramente
fisiológicas o químicas hasta las más etéreas y angelicales, desde las zumbonas
hasta las sesudas, desde las resentidas hasta las extasiadas. Y no son pocas
las personas que se atreven a sospechar que el amor puro, el amor pleno, el
amor absoluto, no deja de ser una aspiración de inviable cumplimiento, que el
cine y la literatura han llenado de tópicos acaramelados.
En
su reciente libro Relaciones imposibles, publicado por MurciaLibro,
Pedro Diego Gil López apuesta por mostrarnos en sus cuentos la creación de
algunas parejas que causan asombro y perplejidad, por la condición disímil de
sus componentes. ¿Qué tipo de vínculo amoroso (rápido y mutuo) puede unir a un
delincuente barriobajero (el Lenguafina) con una jefa de policía de intachable
trayectoria (Francisca Salvatierra)? ¿Qué asombrosas circunstancias tienen que
concurrir para que un sacerdote (el padre Tomás) entregue su corazón a una
joven prostituta (Rosa la Cuatroesquinas)? ¿De qué manera obra el azar para que
la solitaria cajera de un comercio (Claudia) fije su mirada y su deseo en el
mendigo africano que permanece en la misma puerta de su puesto de trabajo
(Jawara)? ¿Qué extraño sentido del humor despliega el cosmos para que un
atractivo equilibrista, ampliamente amado por todas las mujeres que lo rodean
(Apolo) termine convirtiéndose en el amoroso cortejador de una enana del circo
(Lorena)? Con estas y otras no menos vistosas piruetas narrativas, el autor nos
obliga a suspender nuestra incredulidad asistiendo a las maniobras de las que
Cupido se sirve para convertir a personas muy diferentes entre sí en enamorados
entusiastas, dispuestos a enfrentarse a todo y a todos para defender su derecho
a ser felices. Algunas de las aventuras terminarán de forma feliz, con vínculos
estables e hijos comunes; otras se verán segadas por la muerte de uno de los
dos integrantes. Pero la sensación final, dichosa y llena de luz, es que merece
la pena abalanzarse por el tobogán del amor, porque en ningún otro sitio se pueden
encontrar instantes de gloria y de plenitud tan increíbles.
Un libro que se lee con creciente placer y que alcanza en su relato último (celofán que envuelve el ramo de flores) una curiosa fusión narrativa más que notable.
1 comentario:
Me reafirman estos cuentos de los que hablas aquello que tantas veces se ha dicho de que en literatura los asuntos son pocos, pero muchas las historias y las formas con las que se pueden presentar al lector. En esta ocasión al tópico del Amor (Relaciones) se le une el adjetivo 'imposible' y así queda más acotado. Desconocía por completo al autor, Pedro Diego Gil López, cuyo nombre me ha evocado aquellos que portaban los castellanos de la Edad Media (Ja, ja... Es una pequeña broma).
Un fuerte abrazo, Rubén
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