Resulta
fascinante comprobar cómo el azar o la determinación de algunos investigadores
consigue demostrar que determinados lugares y personajes, que creíamos
ficticios, fueron rigurosamente históricos. Estoy pensando, claro, en las búsquedas
de Howard Carter en Egipto, que le permitieron localizar la tumba de Tutankamon;
pero sobre todo en las excavaciones que realizó Heinrich Schliemann en Hisarlik
(Turquía), que fueron determinantes para descubrir las ruinas de Troya.
Ahora
acabo de leer un pequeño librito de divulgación que se titula Breve historia
del rey Arturo, escrito por Christopher Hibbert y traducido por Sara Suárez
Sánchez de León (Nowtilus). En él se resumen con gran amenidad las diferentes
fuentes literarias e históricas que nos informan sobre la existencia del
legendario (¿o real?) rey Arturo, de su castillo de Camelot y de su conocida
Mesa Redonda. En líneas generales, se considera que es un personaje que vivió
en algún momento del siglo VI y cuyos restos dormidos podrían
encontrarse bajo el castillo de Sewingshields o bajo el castillo Richmond de
Yorkshire. Igualmente, se afirma que en 1962 se descubrió la presunta tumba del
monarca y que en los años siguientes comenzaron a menudear las excavaciones en
la zona de Glastonbury, para tratar de certificar la autenticidad de la misma.
Por
lo que respecta a las fuentes literarias, es sabido que el primer escritor que
lo menciona es Nenio, en su Historia Brittonum (siglo IX). Un tiempo
después, el clérigo Geoffrey de Monmouth, en su Historia de los reyes de
Bretaña (siglo XII), explica que el escudo de Arturo tenía una imagen de la
Virgen María y que su yelmo tenía la forma de un dragón. Y también en esa época
(hacia 1175), Chrétien de Troya retoma la leyenda y la adorna con filigranas
cortesanas.
En
1485, el misterioso Thomas Malory recopila y unifica todas las informaciones
disponibles sobre la leyenda de Arturo, que no se puede sintetizar en pocas
líneas, pero sí ilustrar con algunos fogonazos: Hijo ilegítimo del rey Uther
Pendragón; extrajo la famosa espada del yunque; fue asesorado por el mago
Merlín; se acostó con la bella Morgana (sin saber que era su hermanastra) y tuvieron
un hijo, al que llamaron Mordred; cuando su espada se rompió en combate, Merlín
le indicó que entrase con una barca en un lago, en el cual emerge una mano con
una espada mágica (Excalibur); se casó con Ginebra y su padre le regaló a
Arturo como presente de bodas la Mesa Redonda; su caballero Lancelot le fue
infiel con la reina Ginebra; Mordred intentó aprovechar esa infidelidad para
hacerse con el poder; herido en combate y sabiéndose cerca de la muerte, Arturo
ordena que su espada sea devuelta al lago y que lo dejen en una barca a la
deriva, para que las corrientes lo lleven a la isla de Avalon…
Una leyenda llena de amor, crueldad, venganza, ansia de poder, religión (con las derivaciones sobre el tema del Santo Grial) y aventuras, que nos sigue fascinando como lo hizo con los primeros lectores.
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