domingo, 9 de octubre de 2022

Blanco Inmaculado

 


Quédense con un nombre: el de la oficial Lur de las Heras, que pertenece a la Ertzaintza. Quédense con otro: el de la patrullera Maddi Blasco. Quienes hemos experimentado durante años la seducción literaria y humana de la agente Eider Chassereau y el suboficial Jon Ander Macua (y que sufrimos con resignación la congoja de que Noelia Lorenzo Pino estipulase una pausa en sus aventuras) ya tenemos otra pareja de investigadoras que, emergiendo de la pluma impecable de la escritora irundarra, seguramente nos enamorará con la misma eficacia. Ellas (Lur y Maddi) son las encargadas de resolver el enredo que se desarrolla en el interior del caserío donde vive la familia Fritz, una secta religiosa envuelta en la polémica y que comienza a ver cómo varios de sus miembros mueren en extrañas circunstancias. Así arranca la acción de la novela Blanco Inmaculado, que ve la luz en el sello Plaza & Janés y que ha merecido elevados elogios de la crítica. Se ha dicho, por ejemplo (y así lo refleja el volumen, en una de sus solapas), que la autora se encuentra “en lo más alto de la novela negra actual”, que es “una de las voces más potentes del policiaco de nuestro país”, que es “referente de la novela negra vasca” o que se ha convertido en “una de las autoras más leídas del género negro”. Son elogios que, en mi opinión, se constriñen a una línea que, por limitada, resulta injusta. Noelia Lorenzo Pino no brilla en el género negro o policiaco (y menos todavía si lo reducimos geográficamente al ámbito vasco): Noelia Lorenzo brilla en la novela. Punto. Es una de las mejores novelistas que hay en España. Punto. Y lo afirmo con tanta convicción y con tanta rotundidad porque, después de leer todos sus libros, no solamente advierto sus valiosas cualidades para construir misterios, resolver situaciones policiacas o enredar y desenredar tramas llenas de sospechosos sucesivos, sino que disfruto también con sus descripciones, con la escultura íntima de sus personajes, con su análisis de los sentimientos humanos, con su lenguaje siempre deliciosamente medido (bailando entre lo lírico y lo eficaz), con sus meditaciones, con sus exploraciones sociológicas, con su serenidad contemplativa. No son mimbres que revelen a una gran escritora negra, sino a una gran escritora. Insisto: punto. Que el universo narrativo en el que se mueve con más regularidad pertenezca a esa parcela temática no debe cegar a quienes tenemos la obligación de evaluar los libros en cuanto “artefactos narrativos” (y pido perdón por la zafiedad del sintagma); y, en ese terreno, Noelia Lorenzo no tiene muchos rivales. Controla los tiempos, los ángulos de la mirada, la duración de las secuencias, la estructura de sus capítulos, los cambios de plano o de estrategia novelesca, los cierres. No flaquea en ningún territorio. Y eso la convierte en una solidísima realidad en la novela española.

Blanco Inmaculado, que acaba de salir en la editorial Plaza & Janés, es la última demostración de su poderío. Y es una obra tan potente, tan persuasiva, tan intensa, tan majestuosa, que me voy a permitir terminar la reseña sin contarles absolutamente ningún detalle de su argumento. Disfrútenlo ustedes mismos.

1 comentario:

Senyoreta Buncle dijo...

Con estas afirmaciones tan potentes no quedará otro remedio que submergirse en el mundo de Maddi y Lur. Y punto. Otra estupenda novela de un autor, autora en este caso, del norte. Menudas lecturas nos estan dando. Y que sigan. Besos