Quédense
con un nombre: el de la oficial Lur de las Heras, que pertenece a la
Ertzaintza. Quédense con otro: el de la patrullera Maddi Blasco. Quienes hemos
experimentado durante años la seducción literaria y humana de la agente Eider
Chassereau y el suboficial Jon Ander Macua (y que sufrimos con resignación la
congoja de que Noelia Lorenzo Pino estipulase una pausa en sus aventuras) ya
tenemos otra pareja de investigadoras que, emergiendo de la pluma impecable de
la escritora irundarra, seguramente nos enamorará con la misma eficacia. Ellas
(Lur y Maddi) son las encargadas de resolver el enredo que se desarrolla en el
interior del caserío donde vive la familia Fritz, una secta religiosa envuelta
en la polémica y que comienza a ver cómo varios de sus miembros mueren en
extrañas circunstancias. Así arranca la acción de la novela Blanco
Inmaculado, que ve la luz en el sello Plaza & Janés y que ha merecido
elevados elogios de la crítica. Se ha dicho, por ejemplo (y así lo refleja el
volumen, en una de sus solapas), que la autora se encuentra “en lo más alto de
la novela negra actual”, que es “una de las voces más potentes del policiaco de
nuestro país”, que es “referente de la novela negra vasca” o que se ha
convertido en “una de las autoras más leídas del género negro”. Son elogios
que, en mi opinión, se constriñen a una línea que, por limitada, resulta
injusta. Noelia Lorenzo Pino no brilla en el género negro o policiaco (y menos todavía
si lo reducimos geográficamente al ámbito vasco): Noelia Lorenzo brilla en la
novela. Punto. Es una de las mejores novelistas que hay en España. Punto. Y lo
afirmo con tanta convicción y con tanta rotundidad porque, después de leer
todos sus libros, no solamente advierto sus valiosas cualidades para construir
misterios, resolver situaciones policiacas o enredar y desenredar tramas llenas
de sospechosos sucesivos, sino que disfruto también con sus descripciones, con
la escultura íntima de sus personajes, con su análisis de los sentimientos humanos,
con su lenguaje siempre deliciosamente medido (bailando entre lo lírico y lo
eficaz), con sus meditaciones, con sus exploraciones sociológicas, con su
serenidad contemplativa. No son mimbres que revelen a una gran escritora negra,
sino a una gran escritora. Insisto: punto. Que el universo narrativo en el que
se mueve con más regularidad pertenezca a esa parcela temática no debe cegar a
quienes tenemos la obligación de evaluar los libros en cuanto “artefactos
narrativos” (y pido perdón por la zafiedad del sintagma); y, en ese terreno,
Noelia Lorenzo no tiene muchos rivales. Controla los tiempos, los ángulos de la
mirada, la duración de las secuencias, la estructura de sus capítulos, los
cambios de plano o de estrategia novelesca, los cierres. No flaquea en ningún
territorio. Y eso la convierte en una solidísima realidad en la novela
española.
Blanco Inmaculado, que acaba de salir en la editorial Plaza & Janés, es la última demostración de su poderío. Y es una obra tan potente, tan persuasiva, tan intensa, tan majestuosa, que me voy a permitir terminar la reseña sin contarles absolutamente ningún detalle de su argumento. Disfrútenlo ustedes mismos.
1 comentario:
Con estas afirmaciones tan potentes no quedará otro remedio que submergirse en el mundo de Maddi y Lur. Y punto. Otra estupenda novela de un autor, autora en este caso, del norte. Menudas lecturas nos estan dando. Y que sigan. Besos
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