Después
del buen sabor de boca que me dejó su novela En el café de la juventud
perdida, me decido a leer una pieza dramática de Patrick Modiano que se
titula Nuestros comienzos en la vida y que, traducida por María Teresa
Gallego Urrutia, publica el sello Anagrama.
Cuatro
son los personajes fundamentales sobre los que se asienta la obra: una actriz
madura y en decadencia (Elvire), que vive obsesionada con sus fracasos de
juventud y que malvive interpretando vodeviles de medio pelo; un periodista con
ínfulas literarias (Caveux), su pareja, que se esfuerza por convencer a los
demás personajes de su valía como poeta; un joven que redacta su primer libro
(Jean), hijo de Elvire; y su novia, la actriz en ciernes Dominique (que ensaya La
gaviota). Como se puede observar con este “dramatis personae”, el ambiente de
la obra es inequívocamente chejoviano. Y también parece inequívoco el aroma
autobiográfico que en algunos segmentos burbujea por la obra, donde podemos
rastrear palpitaciones psicológicas, oníricas e incluso edípicas de elevada
densidad.
Ahora
bien, si se me pregunta por el esplendor teatral de la obra, diré que a mí me
ha dejado frío. Pasaba las páginas y no lograba emocionarme, ni su lenguaje me
maravillaba, ni su argumento me seducía. Un encogimiento de hombros ha sido el
corolario, al llegar al final. No descarto que se trate de una incapacidad
comprensiva por mi parte.
No descarto volver al flamante premio Nobel de Boulogne-Bilancourt, pero seguro que elegiré una novela.
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