Ojalá
nunca lleguemos a descubrir cómo actuaríamos si la vida nos pusiese en una
situación límite. ¿Incurriríamos en el bochorno, en la crueldad, en la infamia,
en el ridículo? Creemos tener la respuesta porque, ingenuamente, creemos saber quiénes
somos. No es así. Quizá seríamos el cátaro insobornable que se deja morir de
inanición o de fatiga en Auschwitz; pero es más probable que fuésemos el ruin
bípedo que se pliega al escarnio de la denuncia o del colaboracionismo, para
merecer un mendrugo de pan o un poco de caldo o un lecho no devorado por las
chinches.
Raúl
Salom imparte clases de Química en la Universidad Complutense, está felizmente
casado y tiene una hija pequeña. No es un personaje famoso, ni ostenta grandes
éxitos en su currículum, ni acaricia aspiraciones demasiado elevadas. Un día,
desde la ventana de su despacho, contempla cómo un tipo de aspecto brutal está
amedrentando y golpeando a un muchacho indefenso, en medio de la extraña
inacción de quienes asisten al espectáculo; y su sentido del deber lo impulsa a
bajar rápidamente y tratar de interrumpir aquel atropello. Grave error. A
partir de ese instante, su vida va a dar un vuelco dolorosísimo, porque los
integrantes de la pandilla a la que pertenece al agresor violan y matan tanto a
su esposa como a su hija. ¿Qué le queda, entonces, cuando el viento del horror
barre por entero su existencia? Le quedan el alcohol y la autodestrucción (la
idea del suicidio cruza su cabeza más de una vez)… pero también otras pulsiones
no menos inquietantes, que incluyen una pistola. Y explosivos. Y sus tratos con
un patriarca gitano al que llaman Cuervo, que se va a convertir en cómplice
indirecto de muchas de sus atrocidades. Y una espiral de muertes que afecta
tanto a delincuentes comunes como a personas de su entorno.
No,
realmente no podemos saber con seguridad cómo actuaríamos si la locura derivada
del dolor nos asaltase, si alguien nos arrebatara todo lo que tenemos y amamos,
si la angustia nos golpease hasta el punto de conducirnos al callejón amargo
del nihilismo… José Antonio Jiménez-Barbero obtuvo con esta narración (creo que
la mejor de las suyas hasta la fecha, teniéndolas magníficas) el premio de
Novela Breve de la editorial MurciaLibro, que ahora la edita. Una obra para
reflexionar, para temblar y para interrogarse.
Ni se les ocurra perdérsela: cometerían un grave error.
No hay comentarios:
Publicar un comentario