martes, 11 de octubre de 2022

Catilina

 


Catilina se encuentra desencantado con el actual estado de Roma, a la que juzga una república podrida, donde todo se compra y se vende, sin atisbo de justicia o de integridad. Y eso le hace sufrir (“Soy aquel cuyo corazón no alienta sino por la libertad, el enemigo declarado de toda injusticia, el amigo de los débiles y los oprimidos; soy, en fin, el hombre que se agota en ansias de derribar a los poderosos de hoy”, acto I). El descontento, según se advierte de inmediato, no es privativo suyo: son varios los ancianos y poderosos que buscan, para remediar ese dislate “un jefe voluntarioso, inteligente y astuto”, que se convierta en el cabecilla de la necesaria rebelión. Podría ser Catilina.

Este, casado felizmente con Aurelia, se ha enamorado también de la vestal Furia, quien le propone que huyan juntos de Roma (“¡Quien sea libre, tendrá su patria en todas partes!”, acto I), aunque termina arrepintiéndose al descubrir que fue Catilina quien deshonró a su hermana y la empujó hacia el suicidio. A partir de ese instante, le declara odio eterno.

También su esposa Aurelia le pide que se vayan de Roma, pero Catilina confiesa que ha vendido las propiedades familiares para comprar votos y entrar en el Senado. Lo único que pueden hacer es desterrarse a la Galia y vivir allí como unos simples labradores, sin más esplendor que el derivado de los recuerdos. No obstante, las voces que claman para que Catilina se convierta en su dirigente son cada vez más acusadas y su voluntad flaquea.

Repárese de forma especial en los diálogos que mantienen el protagonista y su esposa, así como en la secuencia del tercer acto en la que, en paralelo, Furia y Aurelia nos narran el feroz combate que Catilina entabla contra las tropas del emperador: auténticos prodigios de penetración psicológica y de tensión escénica.

Catilina (que vio la luz por primera vez, autoeditada, en 1850, con el seudónimo de Brynjolf Bjarme; y que yo leo en la traducción de Else Wasteson para Aguilar) es una interesante e inteligente reflexión sobre los meandros de la ambición humana, sobre el sentido del deber y sobre el poder del amor, que Henrik Ibsen convierte en una pieza teatral de indiscutible grandeza.

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