Hay
en los haikus una peculiar belleza sencilla, una belleza de guijarros pulidos
por el agua, que los vuelve poemas silenciosos. No hay en ellos
pirotecnias, ni el estrépito que resuena a veces en otro tipo de estrofas,
donde los acentos o las rimas se obstinan en adentrarse en nuestro oído. El
haiku tiene la majestad de la calma. El esplendor humilde de las canicas o de
los granos de arena de una playa. Y esa magia (tan difícil de conseguir) se
percibe con claridad en las páginas de La huerta en haikus, el volumen
que reúne la voz de treinta y siete poetas, coordinados por Aurora Gil
Bohórquez e inspirados por las hermosas fotografías de María José Villarroya.
Edita la obra el sello La Fea Burguesía.
La
idea central del tomo es magnífica: observar imágenes relacionadas con el mundo
huertano (limones, botijos, puentes, patos, rosas, acequias) y dejar que las
palabras afloren, hasta convertirse en catedrales de luz y aire compuestas por
diecisiete sílabas. El proyecto, a despecho de su aparente sencillez, es
realmente arduo, porque en esos tres diminutos versos, en ese poema-bonsái, en
esa gema de sonidos, tiene que contenerse un millón de sensaciones, al modo de
un Aleph o un Big Crunch. El poeta tiene que elegir con cuidado sus palabras,
para que cada una de ellas sea la perfecta y esté colocada en el sitio perfecto,
porque el resultado tiene que sugerir, además de designar.
Todas
las personas que colaboran en este hermoso homenaje a la huerta brillan a una
altura notable, logrando que el lector experimente continuamente una dulce y
apacible sensación para la que ignoro si existe nombre (una especie de síndrome
de Stendhal, pero a la inversa: aquí no hay vértigo ni aceleración del ritmo
cardíaco, sino todo lo contrario). De tal forma que, una vez leído el conjunto
de los poemas, puede reabrirse el volumen de forma aleatoria, por aquí o por
allí, leer un par de páginas y luego quedarse en silencio, reflexionando sobre
ellas. Se me antoja que tiene que resultar una experiencia de lo más placentera
y de lo más enriquecedora.
Prueben y me cuentan.
2 comentarios:
Te agradezco estas maravillosas palabras para referirte a nuestro querido libro La huerta en haikus. Qué definición tan bonita: "un poema-bonsai". Seguiremos encontrando instantes preciosos bajo la coordinación de Aurora Gil, si ella quiere.
Un saludo.
Como Conchita, agradezco tus palabras hacia La huerta en haikus. Es sin duda un libro que pretende detenerse en la contemplación de la naturaleza, de la huerta y su belleza, un esfuerzo de revalorizar nuestro patrimonio cultural y ecológico.
Un saludo.
Publicar un comentario