Cuántas
veces la institución matrimonial habrá sido, para las mujeres, una cárcel o un
suplicio, un pantano de silencio o un estercolero, una frustración o un reino
de sombras. Podemos intuirlo. Podemos imaginarlo. Podemos lamentarlo. Pero lo
que hace la extremeña Dulce Chacón, mucho más gráfica y eficazmente, es
mostrarnos toda la crudeza de esa terrible situación contándonos uno de esos
tristes casos en forma de novela, con el título de Algún amor que no mate.
La
mujer que protagoniza los hechos se casó enamorada, creyendo que su marido era
el hombre de sus sueños; y al principio sí que fue sí. Mas el paso del tiempo y
los reveses de la fortuna (problemas económicos, frialdad creciente entre
ellos) fue convirtiendo ese territorio de paz en un infierno lacerante, en el
que pronto llegaron las imposiciones (“mi mujer no trabaja”), los desplantes (irse
a comer todos los días a casa de su madre y dejarla a ella sola), las
vejaciones (ella tardará poco tiempo en descubrir que el perrito que
presuntamente le regaló su madre era, en realidad, un regalo de su amante), los
golpes (del empujón a la bofetada, de la bofetada al correazo) y el hundimiento
emocional. Es entonces cuando hay que mirarse en el espejo y reconocer que se
ha fracasado, que el sueño se ha convertido en pesadilla y que los siete
colores del arco iris se han contagiado de gris. Asumir la derrota, llorar por
cada caricia perdida, convertir cada moratón en un recordatorio de la infamia y
comprender que prácticamente nadie a nuestro alrededor nos puede entender o
consolar.
Con esta primera novela que publicaba, Dulce Chacón nos dejó una impagable radiografía del corazón humano y un dibujo atroz de las amargas soledades que pueden instalarse en el alma de una persona cuando comprende que solamente las pastillas pueden liberarla de un destino inmundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario