miércoles, 5 de octubre de 2022

Cuentos completos

 


A punto de entrar el otoño, nos sorprendía el activo sello M.A.R. Editor con la publicación de los Cuentos completos de Francisco Javier Illán vivas, que van precedidos de un elogioso prólogo de Luis Alberto de Cuenca. Y, en ellos, como no podía ser de otra forma, los lectores habituales del escritor de Molina de Segura descubrimos el universo narrativo que lo caracteriza, lleno de todo tipo de ingredientes seductores: el humor (“La fiesta de cumpleaños”); el horror (“La isla”); los espacios inquietantes (“La casa de mi madre”)… Pero creo que debemos afinar nuestra mirada y no dejarnos engañar con las cortinas de humo que Paco Illán Vivas despliega en sus páginas: detrás (o debajo) de esos ambientes de pesadilla, de los aromas mefíticos que invaden las fosas nasales de sus protagonistas, de los aviones que no llegan a su destino, de las criaturas gelatinosas que perforan las tinieblas de sus caserones oscuros, de los vientos de locura y los ídolos de expresión impenetrable, de las extrañas fiestas nativas, de las espadas que parecen llamarnos con una voz antigua, de los viejos libros que parecen lastrados por una mancha oscura, del alcohol como un mecanismo de camuflaje o defensa, late una mirada sensible, la mirada de alguien que ha sufrido y que quiere convertir en palabras su dolor, para que los demás podamos compartirlo y, quizá, entenderlo.

Tampoco debemos dejar que nos despiste la incorporación de abundantes elementos culturales (literarios, musicales, cinematográficos o pictóricos), que el autor borda sobre el tapiz de sus cuentos. Si los enumerásemos (Umberto Eco, Lovecraft, Bizet, Simenon, Swift, la Biblia, el Corán, Agatha Christie, Cary Grant, Edgar Allan Poe, Ray Bradbury, Aldous Huxley, John Cage, Antonio Machado, Miguel Hernández, The Big Bang Theory, Gerardo Diego…), el lector podría llegar a conclusiones erróneas, porque el autor de estas páginas los introduce como pinceladas necesarias en el corpus narrativo, y no como adiciones pedantes. Forman parte del paisaje interior de Illán Vivas, al igual que San Pedro del Pinatar, Molina de Segura, La Alcayna, Alcantarilla o Torrevieja (citadas en varios de los relatos) conforman el artesonado de su paisaje exterior.

Acudan los lectores sin miedo (aunque dispuestos a pasar miedo) a estas variadas narraciones, que se van adelgazando conforme avanzamos hacia el final del tomo, hasta desembocar en un delta de microrrelatos muy llamativos. Conocerán así la auténtica valía literaria de Paco Illán.

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