jueves, 29 de diciembre de 2022

Voces detenidas

 


Me apetecía enriquecer las lecturas navideñas con Dionisia García y he acudido a los aforismos que concibió durante el período comprendido entre 1993 y 2003 y que se encuentran reunidos en el volumen Voces detenidas. Aquí descubro las alígeras ramas de un árbol frondoso y lúcido, en el que crecen todo tipo de hojas, flores y frutos, que han embriagado mi vista y mi paladar. Con pocas pero recortadas palabras, la escritora reflexiona sobre la insensatez de la violencia humana (“La guerra debería ser impedimento para seguir hablando de otras cosas”); las aritméticas accesorias que nos hemos impuesto como especie (“Qué obsesión de estadística, cuando sólo importa que somos uno”); la ceguera avariciosa de nuestro espíritu, siempre insatisfecho con las posesiones de las que disfruta (“Vivimos de milagro, y todavía nos parece poco”); o el secreto misterioso que escondemos en nuestro interior, y que solamente con paciencia y silencio descubrimos (“A pesar de las dificultades para conseguirlo, ya sé cómo soy, pero no piensen ustedes que lo voy a contar”).

A diferencia de otros volúmenes de aforismos que he tenido la oportunidad de leer, en este de Dionisia García no creo que la búsqueda de la brillantez formal o de las paradojas se encuentre en la primera línea de sus intereses. Por el contrario, late de continuo en sus páginas la sensación de que la escritora persigue las grandes verdades sencillas, decantadas por la observación y el tiempo: la memoria tranquila del ayer, que más que contemplado con melancolía amarga parece observado con serena placidez (“¿Quién recuerda la última noche de la juventud?”); las reflexiones sobre Dios, el universo, la amistad o la vida humana; o la inclusión de pequeñas secuencias que, en mi opinión, participan del espíritu de los microrrelatos (“La bailarina salió del teatro al amanecer con una sola zapatilla”).

Anota la escritora, en el aforismo 86 de la sección “La mirada insistente”, estas palabras luminosas: “A pesar de los infortunios, antes de morir aplaudiré por haber vivido”. Sus lectores, sin duda, aplaudiremos también porque Dionisia García haya vivido y porque haya tenido la generosidad de mostrarnos sus obras.

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