domingo, 18 de diciembre de 2022

Las puertas templarias

 


Hay una parte adolescente en mi espíritu de lector que todavía no ha muerto (y que espero que no lo haga nunca): la fascinación por los misterios. O por aquellos acontecimientos que, presentados de forma sagaz (o marrullera: no lo discutiré), se aureolan con el nimbo del misterio. Me refiero a las interpretaciones esotéricas sobre el mundo de las pirámides, a la búsqueda del Santo Grial, a las escrituras antiguas que aún no han sido descifradas, a los ooparts, a las vírgenes negras, al Arca de la Alianza o a la misteriosa geometría de las catedrales cristianas. ¿Creo que tras estos relatos se esconde una Verdad escondida o perdida? Ni lo sé ni me preocupa. Soy poco dado a perderme en trascendencias y muy poco proclive a veleidades místicas. Pero me gusta mucho aproximarme a esas narraciones y a esas imágenes, porque no tengo problema en reconocer que disfruto como un crío con ellas: me distraen, me sorprenden, me embelesan, me (vuelvo a utilizar la palabra del comienzo) fascinan.

En esta novela (o “construcción legendaria”, como el mismo autor la bautiza con tino), que lleva por título Las puertas templarias, he disfrutado con bastantes de los ingredientes apuntados arriba: combates de ángeles contra demonios, fuentes de energía que permanecen ocultas, organizaciones de poder casi ilimitado (que permanecen en la sombra), custodios de secretos milenarios… Javier Sierra, que conoce perfectamente ese mundo de anomalías y que sabe vertebrarlas entre sí para provocar la curiosidad de los lectores, ha logrado mantener mi interés desde el principio hasta el final. ¿Que se trata de un puzle de piezas ensambladas con alfileres? Es posible. ¿Que la mezcla de culturas y tiempos podría ser desmontada por los especialistas o interpretada de una manera menos fantástica por algunos científicos? No me cabe la menor duda. Pero, insisto, yo me he entretenido con los saltos temporales, con las aventuras de sus protagonistas y he aceptado que, aunque lo verosímil no tiene por qué coincidir con la realidad, el autor ha sido convincente a la hora de organizar su espectáculo narrativo.

Dicho lo cual, mi aplauso.

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