miércoles, 21 de diciembre de 2022

La escapada

 


Nos puede ocurrir a cualquiera: encontrarte en la calle, paseando, detenido ante un escaparate, valorando las ofertas en un pasillo del supermercado o en la cola del cine; y, de pronto, una persona del ayer te saluda. Sus rasgos han cambiado. Al principio, no sabes quién es. Tienes que realizar un esfuerzo para rememorar su nombre o la relación que con ella te vincula. Pero cuando la niebla comienza a disiparse te vienen a la memoria el dónde, el cuándo, el cómo. Y el apretón de manos o el abrazo funden el hielo, antes de que broten las preguntas. Qué ha sido de ti, cómo estás, tienes familia, en qué trabajas, vives cerca, te acuerdas de. ¿Tomamos algo?

Gonzalo Hidalgo Bayal nos cuenta en La escapada una situación de este tipo, en la que él actúa como receptor de la sorpresa y su antiguo compañero universitario Foneto (así lo llamaban, por su afición al estudio lingüístico de los sonidos) se erige en figura recuperada. Con una prosa magnífica y de desarrollo lento (absténgase los lectores apresurados o amigos de peripecias), el novelista extremeño va engrosando y ramificando la historia con meticulosos detalles del ayer, que iluminan lo que estaba oscuro o varían el color de lo que se recordaba. Casi nunca sabemos cómo eran quienes nos rodeaban, o por qué actuaban del modo en que lo hicieron: nos falta la reflexión y, sobre todo, la perspectiva del tiempo. El personaje taciturno, o simpático, o silencioso, o festivo, o huraño, tal vez escondía una personalidad cuyos perfiles no fuimos capaces de entender; o lo impulsaban motivaciones secretas que ahora, cuando advertimos la razón profunda, nos sorprenden o nos estremecen. Foneto, después de haber cursado con brillantez los estudios de Filología Románica, terminó regentando (es el verbo irónico que él mismo usa) un quiosco de prensa, hasta que ha llegado a la jubilación. Y no ha compartido su vida con ninguna mujer. Las causas las iremos descubriendo conforme avancemos por esta lectura llena de guiños literarios, melancolías y meditaciones sobre el influjo que el tiempo, esa gotera, ejerce sobre nosotros.

Gonzalo Hidalgo Bayal, maestro de la prosa, nos invita a adentrarnos en un libro bellamente triste, bellamente lánguido, sobre los misterios del corazón humano y sobre el atardecer de las vidas.

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