domingo, 4 de diciembre de 2022

La venda

 


El anciano padre está muriendo en su cama, consciente de que sus horas finales se aproximan; y, mientras agoniza, pronuncia en voz alta, una tras otra, sentencias que parecen de Unamuno. Su hija Marta y su yerno José, que se encuentran a su lado, lo confortan con frases de resignación con aroma unamuniano. Su hija María, que era ciega y ha recuperado la vista, se presenta ante él con una venda sobre los ojos, porque quiere seguir viéndolo con los ojos del alma (y se lo explica con largos parlamentos unamunianos). Pero es que, en las primeras dos o tres páginas del drama, don Pedro y don Juan (quienes simplemente pasaban por ahí y se los usa forzadamente) conversan en la calle sobre el sentido de la vida y la fe, mediante una esgrima de paradojas que tienen, todas, un sesgo… unamuniano.

En resumen, una castaña infumable en la que don Miguel, haciendo equilibrios en el alambre entre lo retórico, lo filosófico, lo espiritual y lo ñoño, esclafa una obrita de teatro cuyo gran mérito, ese sí indiscutible y absoluto, es la brevedad.

Lástima de hora desperdiciada.

No hay comentarios: