Se
puede ser un excelente conocedor de la mente humana y utilizar esos
conocimientos para construir personajes como Ángel Salazar, un psicópata que
aún no ha llegado a la mayoría de edad y que, amparado por esa condición,
dispone de un alto margen de maniobra para cometer todo tipo de atrocidades. Se
puede, también, ser un excelente narrador y trabar con pericia los materiales
novelescos para urdir una historia magnética, llena de analepsis y prolepsis (para
los que saben inglés, una estructura con flashback y flashforward: moverse hacia
adelante y hacia atrás en el tiempo narrativo, anticipando hechos que luego
cobrarán sentido o explicando los que ocurrieron antes). Se puede, en fin,
controlar un registro léxico tan rico como accesible, con el que todos los
lectores (desde el más exigente hasta el más convencional) disfruten. Pero
poseer todas esas habilidades al mismo tiempo es, aparte de una rareza, un
auténtico abuso. En este caso, el abusón se llama José Antonio Jiménez-Barbero;
y ha vuelto a tenerme pegado a su libro durante dos días, para descubrir cuanto
antes la solución a la enigmática sucesión de muertes que se producen en la
obra El rostro de la locura, segundo tomo de su Trilogía del Psicópata.
He
disfrutado (y he padecido) con la portentosa disección de su protagonista, al
que ya conocí en las páginas de Confesiones de un psicópata adolescente.
Me ha llevado de la mano por los pasillos del hospital Florence Nightingale. Me
ha puesto frente a drogadictos en rehabilitación, chicas con anorexia, maníacos
y otros personajes con patologías severas. Me ha intrigado (policialmente) con
las suposiciones sobre la identidad del culpable de las muertes. Y me ha
maravillado, de principio a fin, por el espléndido uso de las narraciones
complementarias que despliega en esta novela: es decir, que un mismo episodio
(la llegada de Ángel al centro asistencial, la partida de ajedrez que lo
enfrenta con Marta Savater, etc) sea desmenuzado desde la mente de dos
protagonistas distintos, lo que nos suministra a los lectores una mirada más
rica, casi panóptica, sobre los hechos.
José Antonio Jiménez-Barbero es un narrador musculoso, que maneja con gran habilidad los procedimientos narrativos y que muestra una contundente eficacia a la hora de sumergirse bajo la piel de personajes tan distintos como irresistibles. No tardaré en sumergirme en las páginas del volumen que cierra la trilogía.
1 comentario:
Pues, estimado Rubén, reconozco mi ignorancia: no sabía quién era José Antonio Jiménez-Barbero y por ello tampoco sabía nada de su producción novelística. Tomo nota de este título y también de Confesiones de un psicópata adolescente. A ver si en 2023 disfruto con este autor.
Te deseo una buena salida de año y una mejor entrada en 2023.
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