El
despacho de documentación y archivo de un ministerio de Rumanía. Ése es el
ambiente en el que se mueven los personajes de esta pieza teatral de Aurel
Baranga, que se titula San Mitica Blajinu
y que vierten al español Ioana Gavrilescu, Ileana Georgescu y Silvia Viscan.
Allí se desarrollan sus vidas, en medio del aburrimiento, la repetición
infinita de tareas absurdas, los duplicados y los formularios inanes. Veinte
años lleva Mitica, junto a Adela, en ese servicio al Estado; y su natural
tolerante, blando y condescendiente le ha valido el apodo de “Santo” entre sus
subordinados. Así que cuando comienza la obra y alcanza la edad del retiro, sus
jefes deciden imponerle la jubilación, a la vez que destinan a Adela, más
joven, a un puesto situado a 30 kilómetros de Bucarest.
En ese
momento, salta la sorpresa: Mitica afirma que no puede hacerles entrega de los
archivos que durante décadas ha custodiado… porque los ha vendido a una
potencia extranjera a cambio de muchísimo dinero. Las privaciones en su país
son elevadas y él (Adela es quien realiza la enumeración ante los superiores)
gasta mucho en coches, mujeres, juego y bebidas caras. Además, y puestos a
confesar toda la verdad, lleva años trabajando como espía. Todas las alarmas se
disparan, al escuchar estas terribles revelaciones. ¿Acaso es que nadie se ha
percatado antes de la extraña conducta de Mitica? ¿Nadie ha sido capaz de
investigarlo con la debida profundidad, para descubrir su profunda podredumbre
moral, que amenaza con arrastrar a todos en su desplome?
Esta
“farsa satírica” (así la bautiza el dramaturgo rumano) nos permite descubrir
los horrores de la hiperburocracia y la castración deshumanizadora que supone el
férreo control estatal de trabajos y vidas.
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