Segundo
Bueno es un viejo frutero retirado que, con las piernas destrozadas por la
enfermedad, no puede salir de casa por un motivo tan trivial como marmóreo: su
casera no accede a poner una simple barandilla, un pasamanos, que le permita
bajar a la calle a pasear con su mujer, echar pan a las palomas o tomar un café
en el bar de la esquina. Durante años ha insistido ante su casera con ruegos y
papeles judiciales; pero viendo que no hay forma de doblegar su terquedad
rácana decide recurrir a un programa de televisión, que se haga eco de su
estado. Lo que el pobre hombre ignora es que la mecánica lacrimógena del mismo
comenzará a presionar para que él adopte una pose mendicante, que el digno
jubilado no está dispuesto a secundar.
Pero el
lector se lleva también algunas sorpresas adicionales conforme avanza por la
obra, porque descubre que los motivos que impulsan a Segundo Bueno para
atrincherarse en su ortodoxia no son tan cristalinos como se pudiera pensar en
las primeras páginas. Y es que todos escondemos miedos, salivas tragadas y
frustraciones, que no siempre resulta sencillo asumir.
Con esta
pieza dramática, la madrileña Paloma Pedrero explora y disecciona a la
perfección los límites, siempre tan tenues y tan peligrosos, que separan la
justicia de la caridad, la honradez del chantaje y la honestidad del miedo,
hasta componer una obra teatral que define perfectamente el mundo de hoy en
día.
1 comentario:
El ferretero de toda la vida de mi barrio, se llamaba Tranquilo Bueno, y cuando le pedías si te podía traer un encargo, te decía:¡Aquí lo tendrás, que uno es Tranquilo, bueno, honrado y rápido! 😂😂😂😂
Lo siento, es que me lo ha recordado.
Ya sabes que soy muy farandulera, este queda anotado.
Besitos 💋💋💋
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