domingo, 3 de mayo de 2020

El pasamanos




Segundo Bueno es un viejo frutero retirado que, con las piernas destrozadas por la enfermedad, no puede salir de casa por un motivo tan trivial como marmóreo: su casera no accede a poner una simple barandilla, un pasamanos, que le permita bajar a la calle a pasear con su mujer, echar pan a las palomas o tomar un café en el bar de la esquina. Durante años ha insistido ante su casera con ruegos y papeles judiciales; pero viendo que no hay forma de doblegar su terquedad rácana decide recurrir a un programa de televisión, que se haga eco de su estado. Lo que el pobre hombre ignora es que la mecánica lacrimógena del mismo comenzará a presionar para que él adopte una pose mendicante, que el digno jubilado no está dispuesto a secundar.
Pero el lector se lleva también algunas sorpresas adicionales conforme avanza por la obra, porque descubre que los motivos que impulsan a Segundo Bueno para atrincherarse en su ortodoxia no son tan cristalinos como se pudiera pensar en las primeras páginas. Y es que todos escondemos miedos, salivas tragadas y frustraciones, que no siempre resulta sencillo asumir.
Con esta pieza dramática, la madrileña Paloma Pedrero explora y disecciona a la perfección los límites, siempre tan tenues y tan peligrosos, que separan la justicia de la caridad, la honradez del chantaje y la honestidad del miedo, hasta componer una obra teatral que define perfectamente el mundo de hoy en día.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

El ferretero de toda la vida de mi barrio, se llamaba Tranquilo Bueno, y cuando le pedías si te podía traer un encargo, te decía:¡Aquí lo tendrás, que uno es Tranquilo, bueno, honrado y rápido! 😂😂😂😂
Lo siento, es que me lo ha recordado.
Ya sabes que soy muy farandulera, este queda anotado.

Besitos 💋💋💋