En la
obra teatral La antesala, Diana de
Paco Serrano nos plantea una situación muy curiosa. En escena tenemos a un
montón de personas que están situadas ante lo que parecen ser las ventanillas
de una administración pública. Todos estos seres están tensos, nerviosos, hacen
cola de forma incómoda, discuten por las nimiedades más asombrosas, se pelean
por el sitio que ostentaban o que desean lograr, cogen y rellenan formularios,
etc. Pepe, que acaba de llegar, está bastante desconcertado, como si no supiera
dónde se encuentra. Está vestido con ropa de noche (un absurdo pijama) y mira
con perplejidad a su alrededor. Su esposa, tan desconcertada como él, llega muy
pronto. Un señor servicial les explica lo que ha ocurrido, y la causa que los
ha llevado a esa “antesala de la sala” (p.105).
A partir
de ese momento, ambos tratarán de actuar conforme exige el decoro de la
situación, tan inquietante como previsible, tan asombroso como terrible. Y el
lector (o el espectador), que comprende muy bien la metáfora que la autora
murciana le está trasladando, traga saliva mientras espera el desarrollo de los
acontecimientos, para saber qué ocurrirá finalmente con todos los personajes
que se mueven por la escena.
Es una
obra de trazado ágil, elegante y sólidamente llevada, que hubiera hecho las
delicias de Jean-Paul Sartre (por las conexiones que podemos establecer con Huis clos), y donde Diana de Paco
demuestra una soltura realmente notable en los diálogos, en el manejo del
sentido del humor y en la profundización psicológica de los personajes.
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